Llego a casa de mi Montse, pero me sorprende ver a Camila saliendo casi corriendo de la casa. —¡¿Qué diablos haces aquí?!— pega un brinco del susto que al parecer le he dado. —Gabriel, yo.. yo.. eso no te importa. —¿Que no me importa? ¿Eres estúpida o te haces? ¡Claro que me importa!, es a mi mujer la que viniste a ver, ¿Para qué? ¿Para insultarla? ¿Para contarle la verdad? — abro mis ojos como platos — ¿Eso hiciste?, ¡maldita sea Camila! ¿Qué has hecho? Me dirijo a dentro de la casa pero Camila me detiene con una mano. —Gabriel, quiero hablar contigo, vamos a casa, te prometo que voy a recapacitar, y si en verdad logras convencerme, aceptaré a Montserrat. —¿Crees que me importa que aceptes a mi mujer? No Camila, te equivocaste, nunca me ha importado y nunca me va importar. — y sin