—¡Hank, me has dado un susto de muerte! —exclamó la mujer, luego abrió la puerta y miró al joven con severidad.
—Lo siento tanto, Margaret, no fue mi intención.
—¿Qué haces aquí?
—Yo, ¿Puedo pasar?
La mujer le miró con recelo, luego lo dejó entrar.
—Dime lo que quieras, rápido, porque tengo un invitado que llegará en un par de horas.
Hank asintió.
—¿Quería saber si sabías algo de Shirley?
—¿No es mucho cinismo de tu parte? ¡La hiciste caer en una trampa y vienes aquí!
—¡Yo no lo hice! Es que Shirley es una mentirosa.
—¡Vete ahora mismo, Hank! He tenido suficiente de ofensas para mi nieta.
Margaret caminó y le abrió la puerta, Hank se acercó a la puerta, pero Margaret podía ver en él algo malicioso, tuvo algo de temor, pero no se lo demostraría, le dio un buen empujón que hizo qu
