Shirley miró el auto sobre el ferry, pensó en Kendrick, en todo lo que había pasado.
Quería bajarse, quería volver, pero, de pronto se sintió desamparada, ella no tenía a nada, ni a nadie.
«Ni siquiera sé si él de verdad me pertenece»
—Calma, Shirley, pronto estarás a salvo, le llamaremos a Martha un poco más tarde que haya recepción en el teléfono, así podrá darnos los pormenores y decirnos si todo está estable para que vuelvas.
Shirley asintió, pero en su corazón sintió que algo no estaba bien.
Kendrick llegó a la comisaria. No podía pensar, solo en Shirley, en las palabras de Martha, de Kalani, que Shirley estaba asustada.
«Mi pobre conejito asustado, mi amor, espérame» pensó.
—¿De qué se me acusa?
—De golpear a su esposa.
—¡Eso es mentira! Yo no la golpeé, soy incapaz, ella es
