" Cuándo más la necesites ahí estará. Las amistades verdaderas son el tesoro más valioso sin costo alguno".
^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^
Un ruido me despertó en medio de la noche. Confundida, tomé mi celular que se hallaba sobre la mesa de noche y observé la hora; pasaban las tres 3:00 am.
Por un momento pensé que se trataba de algún ladrón, pero eso sonaba absurdo en mi mente. Esta casa tenía vigilancia, sin embargo, el señor Donato me había explicado que todo el personal empezaba sus labores hasta las 5:00 am. De alguna manera tenía que averiguarlo.
Tomé la bata que el señor Donato me proporcionó, y cubrí mi camisón. Tratando de no hacer ruido salí de la habitación completamente descalza, ya que cualquier ruido haría notar mi presencia.
— Señor, mientras no sea un ladrón, todo estará bien ¿O tal vez debería avisarle al señor Donato? Aunque… ¿Cuál era su habitación? —me pregunté, mientras sentía como mi cuerpo se tensaba por el miedo.
— ¡Ah…! ¡Oh si! —escuché un sonido que provenía desde la sala. Era la voz de una mujer
Mis párpados bien abiertos y con mi mano temblando, me fui acercando a las escaleras. Esos gemidos se hacían cada vez más cercanos y constantes. Uno de mis pies dio el primer paso, bajé cada escalón teniendo cuidado de no hacer ruido, ya estaba en el último peldaño.
Me aferré a mi bata en el pecho. La sangre en mi cuerpo se sentía tan fría que creía que me congelaría. Fue entonces, que vi una pierna elevarse a la espalda del sofá en la sala.
Ante la sorpresa retrocedí y tropecé con un jarrón que adornaba la sala; este inevitablemente cayó al suelo haciéndose añicos. Con un ruido que se extendió en toda la sala. Vi a las dos personas levantarse del sofá. Una era una mujer pelirroja de ojos café, con un rostro pálido y labios rojos. Era hermosa, llevaba un vestido fino en color verde con brillos, el cual tenía el escote algo estirado, por lo que se podía observar unas marcas rojizas. Y al lado de ella… Estaba Lucien, su mano apoyada en la cintura de la mujer y el lápiz labial manchado en el cuello de su camisa, me respondía por sí solo.
— ¿Qué haces despierta a esta hora? —me pregunta sin soltar a la mujer, pero yo siento como si en realidad me ordenara que me vaya, para que pudiera continuar con lo que hacía con esa mujer. Sus ojos grises no me quitan la mirada de encima. Es la primera vez que no sé como reaccionar.
— Yo… —Ni siquiera podía articular una oración completa. Estaba tan sorprendida que sólo logré dar vuelta para salir corriendo a refugiarme en mi habitación.
Apenas cerré la puerta me toqué el pecho. Mi corazón latía tan rápido y mi rostro estaba caliente. Caminé hasta la ventana y la abrí para dejar que el aire entrara, en verdad lo necesitaba ¡Señor! qué sensación más extraña. Ver cómo Lucien estaba sobre esa mujer y cómo ella lo abrazaba con las piernas. Esto era una locura absoluta.
De pronto, alguien llamó a la puerta. Pasé saliva antes de animarme a abrir, me aseguré de apretar bien la bata de dormir a mi cintura, y entonces, respondí.
Levanté la mirada encontrándome con los ojos grises de Lucien, sus pupilas se veían tenebrosas, tanto que mi cuerpo tembló.
— L-Lucien —pronuncié casi atragantándome con mi saliva—. ¿Qué…?
Inesperadamente, un fuerte golpe de su puño a la puerta me asustó, lo que provocó que yo retrocediera y dejara la total libertad de que él entrara.
— ¿Q-qué pasó con la mujer que te acompañaba? —me sorprendí de haber hecho esa pregunta ¿A mi que me importaba lo que él hacía? Que sea un mujeriego no era una noticia que pocos conocían. "Lucifer" aparte de ser conocido por su habilidad en los negocios, era un hábil cazador de mujeres hermosas. Cuando aún trabajaba en el café, muchos hombres hablaban de la envidia que sentían por todas las conquistas que él tenía. En fin, la pregunta ya estaba hecha, y no había marcha atrás.
Un brillo extraño parpadeó en los ojos de Lucien y cerrando la puerta detrás de él, comenzó avanzar ante mi.
— ¡No te acerques! —le advertí retrocediendo, mas él no escuchó.
Entonces, terminé cayendo de espaldas sobre la cama, intenté levantarme, pero Lucien me lo impidió al colocarse sobre mi.
No me tocaba, pero lo sentía tan cerca que los nervios iban aumentando.
— Pequeña entrometida, no me gustan las personas que se meten en mi vida. Así que ten cuidado.
Sin decir más, se levantó, dejándome al borde del colapso.
La puerta se cerró de un fuerte golpe, luego de que él saliera.
Inmediatamente después, otro sonido vino de la habitación más grande. Eso significaba que… ¿La mujer pelirroja se había ido? ¡Dios! La imagen de ellos dos a punto de… ¡Ah! ¿En qué demonios me estoy metiendo? ¿Por qué acepté su propuesta? Apenas llevaba unas horas en esta casa, y ya sentía la necesidad de escapar. Si tan solo tuviera dinero.
…
La mañana llegó muy temprano para mí. Repentinamente, las cortinas de la habitación se abrieron dejando entrar la luz que hicieron que me levantara de un solo brinco de la cama.
— Buen día señorita Mayda —me dice el señor Donato contemplando la vista que daba la ventana al patio de la casa—. Hoy será un día largo, así que le pido que se apresure en tomar una ducha y cambiarse —agrega dejando un vestido muy fino sobre la cama—. Luego de ponerse eso, la esperaré en la mesa —finalizó dando media vuelta para retirarse de la habitación.
¿Por qué tan temprano? La curiosidad me invadía, de modo que me apresuré en ducharme y cambiar mi ropa. Se sentía extraño usar algo tan caro, mis vestidos anteriores no eran ni la mitad de costosos de lo que este debía ser.
— Miau —maulló Kissy estirando sus patitas sobre la cama, sólo para volver a acomodarse y seguir durmiendo.
A veces la envidiaba, yo también quería quedarme en la cama, dormir hasta tarde y recibir mimos de la persona que me quiere. De repente un recuerdo me sorprendió, no pude evitar recordarlo. Después de mi padre, esa persona era la que había ocupado mi corazón con tanto amor, el tipo de amor que quería para toda mi vida.
— ¡Ah! Deja de pensar tonterías Mayda, lo hecho, hecho está —me dije golpeando suavemente mis mejillas para animarme—. No se puede vivir de recuerdos.
…
Bajé a tomar el desayuno que el Señor Donato me había preparado, fue algo delicioso y con sabor a casa. Me hizo recordar tanto la sazón de papá. No había duda que el señor aún tenía intacto en su mente que me encantaban la ciambella con miel, para mi era un verdadero majar.
— ¡Muchas gracias! —dije levantándome de la silla— Todo estuvo exquisito señor Donato.
— Ya no es una niña señorita Mayda, solo dime Donato, además pronto serás la señora de esta casa.
— Oh, no creo poder acostumbrarme a eso. Siempre te he visto como una figura de respeto, y llamarte por tu nombre sería extraño.
— Deberá acostumbrarse señorita.
— Bueno, voy a practicarlo… Donato.
— ¿Ya ve que sí se puede? Ahora lávese los dientes. La esperan.
— ¿Me esperan? ¿Quién?
— Señorita Mayda, no tenemos tiempo, por favor dese prisa.
Bajando los brazos, tuve que obligarme a subir a la habitación y lavarme los dientes. Aunque no me gustaba que me dijeran lo que debía hacer, terminé soltando una leve sonrisa al recordar esos días de mi niñez. Una niña que solo debía preocuparse por estudiar y jugar.
Terminé rápido, y tan veloz como mis piernas podían hacerlo, corrí por el pasillo para llegar a las escaleras, mas no pude detenerme a tiempo cuando ante mi apareció Lucien, quien salía de la habitación con una toalla envuelta a su cintura y el cabello mojado.
Si bien yo no logré detenerme, él sí se hizo a un lado, lo que ocasionó que mis pies se tropezaran con la alfombra y cayera al suelo.
— Ay, ay… —me quejé de dolor.
— Que torpe —lo escuché detrás de mí, siguiendo su camino.
Me levanté colocando una pierna delante de mí, y luego enderezé mi cuerpo.
Al final logré llegar donde Donato, él me esperaba con él auto listo para partir.
— ¿Le sucede algo señorita? —me preguntó cuando me vio caminando a paso de tortuga.
— Ah…. Bueno, me caí —confesé, omitiendo la parte donde había visto a Lucien semidesnudo, pero siendo sincera, prefiero el golpe en mis rodillas. Si ambos hubiéramos chocado, hubiera sido una situación tan embarazosa como la ocurrida anoche. Solo de pensarlo, mis mejillas volvían a colorearse de carmesí.
Su cuerpo duro sobre el mío, con su respiración lenta y cerca de mi rostro. No me tocaba, pero sentía el cuerpo tan caliente.
— ¡Pero qué estoy pensando! —me recriminé a mi misma en la mente—. Son solo estupideces.
…
Llegamos a una tienda, donde un tipo elegante y alto nos esperaba.
— ¿Qué es esto? —pregunté confundida.
— Señorita Mayda. Él señor es uno de los mejores diseñadores del país.
El sujeto sonrió, mostrando una mirada amable bajo esas gafas.
— Se que tenemos poco tiempo, pero haré de usted una novia hermosa —dijo el diseñador.
— ¿Poco tiempo? —pregunté.
— Oh, sí. El Señor Lucien me dijo que le comunicara que la boda se realizaría exactamente en seis días —respondió Donato muy tranquilo.
— ¡Seis días! —grité de asombro, provocando que el diseñador se asustara—. ¿Tan pronto?
— Así es señorita.
Yo entendía que todo esto era desde un principio para la boda, pero saber que sería dentro de casi nada, dejaba un vacío en mi pecho. Me abrumaba la idea de que dentro de menos de una semana sería la esposa de Lucien.
— Por favor, complazca a la señora Mayda, mientras me encargo de otros detalles.
—Pierda cuidado Donato, yo me encargaré —afirmó el diseñador.
Sintiéndome en un mundo desconocido, me senté sobre el sillón que el diseñador me señaló. Él me miraba con curiosidad, parecía estudiarme a cada centímetro, eso me inquietaba.
— ¿Estás bien niña? —me pregunta tomando asiento frente a mi.
— Eh… sí, todo está bien —mis labios dicen una cosa, pero mi cuerpo y ojos decaídos muestran lo contrario.
— ¿Sabes algo? Eres la primera novia que veo entrar sin emocionarse. Muchas de las damas que entran aquí, se vuelven locas preguntando y diciendo todo lo que quieren en su vestido, pero tú…¿Querida no estás ansiosa? Tú esposo es el hombre más deseado entre las féminas de este país.
— ¿U-usted lo conoce?
— ¿Conocerlo? Mi reina, quien no conoce a Lucifer está ciego o demente. Él es tan… Ah… ¡Cielos! Solo pienso en él y entró en calor. Definitivamente te sacaste la lotería con tremendo semental —confesó dándose aire con las manos—. Muchas mujeres lo han intentado amarrar, creeme que lo sé, pero tú eres la más afortunada. Tener a ese hombre todos los días de tu vida ¡Ay que envidia!
No estaba segura si estábamos hablando de la misma persona, el Lucien que yo conozco era un tipo amargado y terrible.
— ¿Puedo preguntarte algo?
— Claro —respondo sin imaginarme el tipo de pregunta que el sujeto me haría.
— ¿Cómo conseguiste que cayera a tus pies? Es decir…eres una chica hermosa, pero los gustos de Lucifer siempre han sido mujeres "artificiales" —me refiere haciendo una expresión sobre sus pechos—. En cambio tú… Eres todo lo contrario. Tus rasgos son más delicados y dulces. Tú belleza es natural y te hace lucir tan tierna ¿O acaso estás…?
Cuando lo vi bajar la vista a mi vientre, de inmediato me cubrí con las mejillas sonrojadas.
— Oh no, no es nada de eso —tenía que buscar alguna mentira. Este hombre se veía de confianza, pero era muy pronto como para contarle la verdad. La única que lo sabía a parte de los involucrados era mi querida amiga Donna y Donato—. Supongo que fue amor a primera vista —mentí—. Lucien es un hombre protector y amoroso, fueron esas virtudes lo que causaron que me enamorara de él.
Decir todas esas cosas cuando ni siquiera un beso nos habíamos dado, era como hablar de otra persona. Me moría de miedo.
…
Los días transcurrieron rápido, suerte la mía que solo me había cruzado con Lucien unas dos veces durante unos segundos.
Así la mañana en que me convertiría en la señora de Fermani, llegó.
Con mis ojos ojerosos y mi cabello desaliñado me miré al espejo. Casi no había dormido la noche anterior por todo lo que me esperaba.
— No hay otra salida Mayda —me dije antes de levantarme de la silla para dirigirme al baño, mas el ruido a mi puerta me desconcertó.
— ¿Quién es? —pregunté, y cuando escuché esa voz tan querida, corrí a abrir.
Sin pensarlo dos veces la abracé con tanta fuerza que mis brazos dolieron.
— Donna —susurré a su oído.
— ¿Creíste que te dejaría sola?
— Amiga… —sollocé temblando—. Tengo tanto miedo, no sé qué hacer.
— Ey —me dijo tomando mis mejillas—. Tú siempre has sido la más fuerte de las dos. Tienes que mantener esa fortaleza arriba.
Veía a Donna tratando de animarme, porque no quería verme llorar, pero se que ella sentía mis miedos y sus ojos brillando, mientras contenía las lágrimas, me lo decía.
— Tienes razón —le dije asintiendo con la cabeza.
— Pero ten en cuenta que si decides dar un paso atrás, yo estaré entre los invitados. Mi mano se extenderá a ti sea la decisión que tomes. Siempre hermanas ¿Lo recuerdas?
El cariño de Donna, era el tesoro más grande que podía tener. Solo nosotras sabíamos cuántas piedras habíamos esquivando para seguir adelante, y por nada del mundo la cambiaría.
— Ya, no nos pongamos sentimentales que terminaré inundando esta habitación con lágrimas —Donna bromea con el fin de romper esa pena—. Báñate que aquí te esperaré.
Asintiendo, tomó una toalla y demás cosas necesarias, pero cuando me estoy marchando, me detengo a preguntar: ¿Cómo te dejaron entrar?.
— No lo hice —me responde guiñandome el ojo—. El mayordomo estaba dejando entrar a los encargados de arreglar el patio y aproveche en meterme con una de las cajas.
— Pudiste meterte en un gran problema, pero me da gusto que estés aquí.
— Por ti lo que sea cielo. Ahora
apresúrate que hay que cambiarte y peinarte, ya verás que las horas se pasaran volando.