Capítulo 4

1599 Words
Tamara era una mujer que de solo ver su cuerpo quedabas impresionado, sus curvas eran un regalo de Dios. Tamara es una chica de apetito voraz, para nada pensaba en dieta cuando se trataba de comida, era capaz de comerse una pizza familiar ella solita, es por esto que su padre le coloco el sobrenombre de Camionerita, ya que le recordaba a los amigos gandoleros que tuvo cuando era joven. Está aprovechaba la sensualidad de su cuerpo para convencer a uno que otro cliente que se ponía difícil, los cuales caían rápidamente en sus encantos. Frente al espejo, mientras se maquilla, recita sus palabras de motivación, como si fuera parte de un rito. Tamara era fiel creyente de la mente positiva, por lo que cada mañana se hablaba a si misma. —¡Eres fuerte, inteligente, capaz, luchadora, hermosa¡ Tu objetivo es alcanzar el éxito…. Al terminar de maquillarse, baja hacia su automóvil. En el camino se consigue su vecino Luis Miguel, un Ingeniero de treinta años que por mucho tiempo ha estado muy al pendiente de ella, y con una mirada abrazadora la saluda. —¡Hola hermosa! —dice con una sonrisa de oreja a oreja que dejaba ver una dentadura muy bien cuidada. —¡Hola Luis! —le responde esta mirándolo de reojo. —¿Cuándo me dejaras invitarte una copa? —le pregunta por enésima vez, ya que Tamara siempre lo rechazaba por estar con Clibert. Pero esta vez iba ser diferente, era una chica soltera y podía hacer lo que se le viniera en gana. Y después de pensarlo un poco le responde. —Cuando tú quieras —sonríe. Luis se queda paralizado por un momento, pues no esperaba recibir esa respuesta, ya que siempre era rechazado. —¿En serio me dices que si? —responde con incredulidad. —¡Claro! ¿Por qué no?, El conserje tiene mi número, pídeselo y me escribes —Tamara le guiña su ojo derecho, agarra su largo cabello y lo coloca de lado, para luego darse la media vuelta y caminar hacia su auto, abriendo la puerta y entrando en el. Está baja el vidrio de la ventana y antes de irse se despide con la mano moviendo sus dedos en dirección a Luis Miguel, quien se ha quedado hipnotizado por tanta belleza. Luis se queda viendo como aquella morenaza de cuerpo soñado le había aceptado la invitación, por lo que corre hacia el departamento del conserje para pedir su número. Tamara va manejando ansiosa de llegar a la compañía, y revisar si ha recibido respuesta de Nueva York. Al llegar a la oficina, está encuentra un gran ramo de flores sobre su escritorio, era el octavo que recibía esa semana. —¡Ernesto! ¡Ernesto! —grita con fuerza. Este chico entra rápidamente a la oficina con un café n***o en su mano derecha, y en su otra mano un mini lunch de jamón y queso, que minutos antes ella le había pedido por medio de un mensaje de texto, ya que las largas colas de trafico le habían quitado tiempo para comprar un desayuno. —¡Señorita! ¡Aquí estoy! Había una cola muy larga y… —dice muy agitado —¡¿Qué hace esto aquí?! —pregunta Tamara interrumpiéndolo, con su seño fruncido y el rostro enojado. —Llegaron esta mañana, pensé que… —¡Ya te había dicho que no quiero nada que venga de Clibert! —vuelve a interrumpirlo mientras toma con rabia el ramo de flores, y sin leer la tarjeta que este traía, las tira al pote de basura afuera de la oficina —¡No quiero volver a ver ninguna otra flor sobre mi escritorio!— enfatiza, mientras que Ernesto baja su cabeza —Y si esto vuelve a pasar, te despido. ¿Estamos claros?. Levantando su mirada, algo miedosa Ernesto afirma. —¡Si señorita! —asintiendo con la cabeza para luego salir rápidamente de la oficina. El es un pasante de economía de la universidad central, por lo que necesitaba estar allí para aprender lo más que pudiera, ya que Tamara era la mejor en su área. Tamara respira profundo y se recita unas palabras para si misma, al escuchar que la puerta se cierra. —¡Tamara cálmate! No dejes que nada te afecte, mente positiva, las malas vibras hacia afuera —camina de un lado a otro, y continua hablando mientras agita sus manos, como si estuviese alejando algún mosquito. Después de un rato, al dejar su bolso de un lado, y quitándose el bléiser rojo, está se sienta frente a la computadora, abriendo inmediatamente el correo. Sus ojos buscan inquietos entre los correos recibidos esa mañana, hasta que su corazón se acelera al ver uno proveniente de National Company Hills Nueva York. Está lo abre con muchas ansias. “Señorita Tamara Escalante, gracias por aceptar nuestra invitación, para nosotros será de gran placer tenerla en nuestro equipo… Tamara emocionada, ya con está confirmación en mano, era más que seguro el viaje a Nueva York, el cual sería dentro de poco tiempo, ya que solo hacia falta hacer los trámites de la visa, los cuales serian facilitados por la misma empresa, lo único que Tamara debía hacer es empacar sus cosas, y despedirse de su vieja vida, para empezar una nueva alejado de todos y de todo, sobre todo de Clibert, el cual no quería volver a ver en un largo tiempo. El día de trabajo transcurre con normalidad, hasta que un ¡Tilín! De su teléfono, le avisa que un mensaje nuevo había llegado. Está lo toma en sus manos y al no reconocer el número, arruga su entrecejo. —Señorita Tamara, soy Luis, te escribo para recordarte nuestra cita, ¿Te apetece que sea hoy a la siete de la noche? —pregunta su vecino. Tamara quién ya había olvidado que le había dicho que si, aprovecha el momento para celebrar su ascenso, e ir a tomar un par de copas, que bastante falta le hacían, después de vivir unos días muy estresados. —¡Si, por supuesto! ¡Me encantaría! —le responde esta, pensando en como habría sido si en vez de salir con Luis, fuera Clibert quién celebrará junto a ella. Clibert fue quien la insto a postularse para esa empresa, ya que por mucho tiempo Tamara había estado trabajando en pequeñas empresas donde no reconocían para nada sus estudios y conocimiento, fue hasta cuándo Clibert escucho de un amigo que estaban buscando un puesto ideal para Tamara, la cual sintió miedo de no ser lo suficientemente capaz para rellenar el puesto de trabajo. Pero después de una larga entrevista, quedaron admirados contratándola inmediatamente, y desde ese momento Tamara se propuso subir de puesto poco a poco con esfuerzo y dedicación, hasta llegar a ser la supervisora de ventas en Caracas. «A Clibert le habría encantado la noticia» piensa mientras se recuesta a su silla, un poco triste, sus ojos se humedecen, era imposible no pensar en el y que su corazón no se pusiera chiquito. —¡Señorita Tamara! Necesito que me firme estas fórmulas —dice Ernesto entrando sorpresivamente a la oficina. Tamara rápidamente se reincorpora en su silla, y trata de disimular una lágrima que quería salir de su ojo, volteando hacia un lado para luego limpiarla, pasando su mano por ella. —Si, déjamelo aquí y yo luego te las llevo —responde sin levantar su cabeza. Al terminar el día de trabajo, está ve su reloj. —Las cinco y veinte minutos, ¡Si! Aún tengo tiempo de arreglarme. Sale de la oficina y luego de dejar unas carpetas sobre la mesa, está va caminando por los pasillos de la empresa, sintiéndose ensimismada, con poder, por fin sus sacrificios y gran trabajo le habían rendido frutos. De pronto es abordada por una chica rubia, alta, y muy alegre la envuelve en sus brazos. —¡Miiiichiiiiii! ¡No puede ser! Estoy tan feliz. Tamara se enreda en sus tacones e intenta no caerse por el sorpresivo abrazo que recibe. —¡Claudia! Me harás caer —se queja mientras coloca una mano a la pared. —¿Cómo es eso que te vas y no dices nada? —refunfuña con la mirada arrugada. —¿Cómo que me voy? ¿De que hablas? —le pregunta Tamara, haciéndose la loca, como si no supiera de lo que le estaba hablando. —Pues de ¡Nueva York! —dice gritando y celebrado. —¡Cállate! —le dice inmediatamente Tamara, colocándole la mano en la boca, para calmarla, ya que no quería que nadie se enterara —¿Cómo lo supiste? —retira la mano. —Soy de recursos humanos ¡Osea hello! Me llegó un pedido de traslado a Nueva York y al ver tu nombre quede como ¡No pue…de…ser! ¡Ahhhh! —vuelve a gritar emocionada. —¡Si, si, si! Pero cállate —habla bajando un poco el tono de voz— la solicitud me llegó ayer, pensaba decírtelo pero no aquí, ya sabes —voltea su mirada hacia arriba— hay mucha gente chismosa y envidiosa que les gustaría verme limpiando el suelo. —¡Cómo sea amiga! Eres la elegida, ¡No sabes lo contenta que estoy! —sonríe abrazándola. —¡Gracias! Amiga, lo sé, y por eso te quiero mucho. —Que bueno que te ha llegado esta oportunidad y más ahora —dice refiriéndose a Clibert— que la necesitas más que nunca. —Si, —suspira—llego en el momento indicado.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD