Capítulo 1

1871 Words
La nieve caía sobre la ventana, el invierno había llegado mucha más pronto a la ciudad de Chicago, el día se veía espectacular, todo cubierto de un color blanco hacia ver a la ciudad tan pura y hermosa, todo parecía perfecto, excepto que justo ese día Sofía había despertado con la peor noticia del mundo. Eran las cinco y cuarenta y nueve de la mañana cuando el teléfono había sonado indicando una llamada entrante, ella había bufado mientras daba vueltas en la cama. —¿Aló? —respondió con voz somnolienta, sus ojos no se habían abierto aun. —Sofía, cariño —al escuchar la voz de la mujer que prácticamente era como su jefe, se levantó de inmediato llevándose las cobijas consigo misma y terminando en el suelo. —Señora Clark, buenos días —su jefa sollozó al otro lado de la línea —, señora Clark, ¿Todo esta bien? —Oh cariño, se nos ha ido ¡Se nos ha ido! —gritaba ella con desesperación. —¿Quién se ha ido, señora Clark? —preguntó Sofía con muchísimo temor, tenía un horrible presentimiento que esperaba no fuera correcto, pero cuando de nuevo su jefa lloró con lamentos supo que había pasado lo que más temía. Su jefe, Manuel Clark, el hombre mas admirable que ella había conocido en la vida, había perdido la vida esa misma mañana. —Ya mismo voy para allá. Se metió a la ducha dejando que el agua lavara las lagrimas que estaba dejando escapar, el señor Clark había sido como un padre para ella, a los veintidós años llegó a la empresa para trabajar como asistente y él la había acogido como una hija más. La partida de ese hombre la había dejado con un hueco inmenso en el pecho. Le era imposible contener las lágrimas, cada vez más recuerdos de él llegaban a su mente. ¿Cómo es que había muerto? El día de ayer estaba bien, había ido a la oficina, trabajado normal, soltó sus chistes malos y le alegró el día a varios de sus empleados incluyendo a Sofía. Era un hombre saludable, joven y bastante agradable, personas como él merecían vivir al menos cien años más. Cuando llegó a la casa de la familia Clark, el ambiente era horrible, personas vestidos de color n***o iban de un lado para otro, la casa estaba repleta y no era sorpresa, al señor Clark lo amaban en cualquier lugar, ese hombre era maravilloso y la perdida le dolía a cada persona que lo conocía. —Señora Clark —saludó a su jefa cuando llegó a su lado, la mujer la abrazó entre lágrimas. —Se me ha ido mi vida —Sofía mordió su labio inferior con fuerza conteniendo las lágrimas. —Lamento mucho su perdida, el señor Clark era un hombre muy valioso —las temblorosas y arrugadas manos de Olivia Clark acunaron el rostro de la joven. —Él te amaba como a su hija —las lágrimas corrieron por sus mejillas. —Y yo a él como un padre —Sofía lloró como una niña pequeña en el hombro de su jefe, ni la muerte de su propio padre le había dolido tanto como ahora le dolía el corazón. —¿Ahora que va a pasar con la empresa? —Manuel había dejado todo listo, cariño. Ahora serás la secretaria del nuevo director de la empresa. —Comentó la mujer mientras le secaba las lagrimas a Sofía. —¿Será Aidan? —preguntó. Los señores Clark tuvieron dos hijos, Aidan quien era el encargado de las demás sedes de la empresa y quien supervisaba desde un avión —donde pasaba la mayor parte de sus días— a la empresa. Luego estaba Adele, la única mujer, ella había decido que no quería hacer parte de la empresa familiar, se había dedicado a su carrera de modelo y era muy conocida en la ciudad, Sofía estaba segura de que ella nunca dejaría su perfecta vida para encerrarse en una oficina, por eso pensó en Aidan, él tenía el perfil perfecto para el trabajo. —En el testamento lo sabremos —respondió Olivia, Sofía no dijo nada más. La respuesta era bastante obvia, si no era Aidan, entonces quizás la siguiente al mando sería la propia señora Clark aun cuando ya tuviera unos años de más. —¡Mamá! —Adele entró corriendo por la puerta, su rostro estaba bañado en lágrimas junto con el rímel corrido. —Hija mía —se abrazaron como si no se hubieran visto en años… Y quizás era así, Adele nunca los visitaba. —¿Qué ha pasado, mamá? ¿Por qué no nos habías dicho que papá estaba enfermo? —Sofía evitó rodar los ojos. El señor Clark no estaba enfermo, su muerte se debía a un paro cardiaco la noche anterior, algo que era inevitable a su edad, con ochenta y seis años era bastante riesgoso y aunque él tenía mucha vitalidad, se cuidaba y hacia ejercicio de vez en cuando, era algo que simplemente tenía que pasar lastimosamente. Mientras la señora Olivia hablaba con su hija, Sofía se fijó en que tras ellas estaba un hombre bastante guapo, lo había visto por las noticias de farándulas, él era uno de los modelos mas prestigiosos y queridos del momento, tenía que reconocer que era verdaderamente guapo con ese cabello rubio, ojos azules y sonrisa encantadora, pero cuando la sonrisa fue dirigida a ella junto con un guiño coqueto daño absolutamente todo. Su novia estaba delante de él y ese tipo osaba a coquetear con alguien más. Perro. Sofía se fue de allí rumbo a la cocina para tomar un vaso de agua, la cabeza le dolía horriblemente, cuando llegó allí se encontró con Aidan, él le regaló una pequeña sonrisa. —Señorita Sofía, cuanto tiempo sin verla —se acercó a abrazarla, Sofía le acarició el hombro, ella era tres años mayor que él y siempre lo había visto como un hermano. —Hola, Aidan. ¿Cómo llevas todo esto? —preguntó ella sonriéndole con ternura. —Jamás pensé que llegaría este día, mi viejo se ha ido y le quedé debiendo tanto —sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no las soltó. ¿Porqué llorar ahora? Unas lágrimas ya no servían para devolver a su padre, no lo había valorado lo suficiente en vida, ahora mas que todo no podía redimir su manera de ser con él. —Ay, muñequito —así siempre lo había llamado de forma cariñosa —. Llora tranquilo, no te mortifiques por lo que ya no pasó, era tu papá, suelta todo. Aidan soltó todo el llanto que tenía acumulado y Sofía lo recibió con los brazos abiertos para que llorara el tiempo que fuera necesario. Estuvo allí junto con Aidan al menos unos veinte minutos cuando de repente el ambiente se sintió un poco mas pesado que lo que ya estaba, las pocas personas que hablaban en el lugar se quedaron en silencio. Aidan también sintió el ambiente raro y se separó de Sofía, miró a la puerta y bufó. —¿Qué mierda haces acá? —preguntó furioso al hombre que estaba entrando. Sofía miró al hombre, alto, de cabello n***o, barba de unos cuantos días, tenía una gabardina de color café, una boina del mismo color que la gabardina y una mirada que cargaba tristeza. —Hola, hermano. —Saludó a Aidan, Sofía lo miró con curiosidad. ¿Hermano? —No soy tu hermano —respondió él con fuerza. —Somos hijos del mismo hombre, eso nos convierte en hermanos, aunque no te guste —comentó el recién llegado con un ligero encogimiento de hombros. —Eres un bastardo que mi padre nunca reconoció —la mirada del hombre brilló. —Si no me hubiera reconocido, no estaría acá —Aidan entrecerró sus ojos. —¿Qué estás queriendo decir? —preguntó con confusión. —Que lo diga el abogado —miró por el rabillo de sus ojos a Sofía y salió de la habitación. —¡Mierda! —Aidan golpeó con fuerza la encimera de la cocina. —¿Quién era ese hombre? —preguntó Sofía acercándose un poco más a Aidan —, ¿En serio es hijo del señor Clark? —Ese tipejo es un imbécil —respondió con furia —. Alguien que siempre ha intentado pertenecer a esta familia a como dé lugar, su madre fue una aprovechada que intentó sacarle todo a papá, pero cuando él no le soltó ni un peso se embarazó de él y creyó que había ganado, papá no se quiso casar con ella y mucho menos reconoció a ese bastardo. Sofía miró a la puerta en la que antes había estado él y frunció un poco su ceño, ¿Si era de verdad hijo de su mentor? —¿Cómo se llama? —Aidan rodó sus ojos con fastidio. —Trevor Harrison —respondió de mala gana —. Y ese mal nacido no hará nada para perturbar a mi familia ahora que papá no está. Salió de la cocina dejando a Sofía sola y con muchas dudas, en todos los años que trabajó para el señor Clark, tampoco conoció a nadie llamado Trevor Harrison, nunca le apartó una cita con ese nombre o recibió algún mail. Esperaba que no fuera un vividor que buscara la fortuna del señor Clark ahora que él no estaba, Sofía haría lo que fuera por cuidar los bienes de la familia que la había acogido de una manera preciosa. No dejaría que nada ni nadie abusara de las buenas intenciones de sus jefes. Aún recordaba el momento en el que había llegado a la empresa, desde el primer momento que puso un pie en los suelos del edificio, supo que esa era su nueva vida de ahora en adelante y no se había equivocado, Clark company era ahora su nuevo hogar y creció tanto personal como profesionalmente allí. Olivia y Manuel Clark siempre la acogieron como a una hija y Sofía les había demostrado a ambos que merecía mucho el puesto de asistente, ellos tenían plena confianza en ella y Sofía lo agradecía bastante. —Sofía —salió de sus pensamientos y saludó al abogado de la familia. —Gerardo, ¿Qué tal su día? —preguntó mientras estrechaban las manos. —Lamentando mucho la partida del Manuel, pobre hombre —Sofía asintió con pesadez. —Sigo sin poder creer que se nos fue —soltó un suspiró y miró con intriga los papeles que Gerardo tenía entre sus manos. —¿Y eso? —El testamento —comentó mostrando la carpeta en el aire. —No creo que sea el momento para… —Así lo quería Manuel —, interrumpió a Sofía —. Su voluntad era que el testamento se leyera pocas horas después de su muerte para que sus hijos pudieran hacerse cargo de la empresa lo más pronto posible. —No me extraña para nada, al señor Clark le molestaba tener un rato libre, hasta su ultimo día trabajo con mucho empeño. —Así es, por favor reúna a la familia Clark lo más pronto posible y avíseme. —Si, señor. 
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