Capítulo 7

1475 Words
Valentina "Nicola" Escuché que alguien decía ese nombre, el hombre que me tenía atrapada en sus brazos apretó la mandíbula con fuerza. Podía sentir la tensión en su cuerpo, como su agarre se apretó, y el calor de su piel pasaba a través del poco espacio que quedaba entre nosotros. Mis pensamientos estaban fragmentados, como si estuviera suspendida en un estado de trance. El modo en que me sujetaba contra él, su fuerza tan evidente y controlada, me dejó sin aliento. Cada fibra de mi ser estaba al tanto de su proximidad, de la forma en que su respiración se volvía más profunda, más pesada, al sentirnos tan cerca. Mi mente había dejado de lado cualquier lógica, y solo podía pensar en lo fácil que sería perderme en el calor de sus labios, en lo inevitable que se sentía todo esto. Por un instante, pensé que estaba enojado por la interrupción, o tal vez... algo más. Algo que él estaba intentando controlar, que, posiblemente, no quería mostrar al mundo. Sentí su respiración en mi cuello, cálida y entrecortada, como si estuviera decidiendo qué hacer. —¿Nicola? —repetí el nombre que había escuchado, mi voz era un susurro mientras lo miraba, frunciendo el ceño. Cuando su nombre salió de mis labios, vi cómo cerraba los ojos y soltaba un jadeo bajo, como si ese simple sonido lo hubiera... excitado. Mis manos se movieron hacia sus hombros, intentando poner un poco de distancia entre nosotros, aunque parte de mí no quería alejarse de él, pero necesitaba pensar, algo no estaba bien. Mi corazón se detuvo por un segundo, y en ese momento, lo supe. Este hombre era Nicola. Ese Nicola. El hermano de Bianca. ¿Cómo no lo había visto antes? Y ahora aquí estaba, con sus manos en mi cintura, su cuerpo pegado al mío, y yo, muy probablemente, no me habría negado a ir a una habitación con él. Pero, ¿por qué? Ni siquiera me creía capaz de poder explicarlo. Él me generó un calor en el cuerpo que solo podía apagarse con su toque, con su cercanía. Era irracional, sí, pero no podía negarlo. —¿Eres ese Nicola? —susurré, casi en estado de shock Sus ojos se abrieron lentamente, y en ellos vi un deseo que tal vez él tampoco podía controlar. Una sonrisa seductora se dibujó en sus labios, una sonrisa que hizo que mi estómago se retorciera y que un calor intenso se extendiera desde mi vientre por todo mi cuerpo. Abrió la boca, preparado para responder, y yo quería escuchar su voz, quería comprender por qué mi cuerpo reaccionaba de esta manera tan desesperada hacia él. Pero antes de que pudiera decir una sola palabra, el encanto que nos había hechizado se rompió de golpe. La misma voz que había interrumpido antes volvió a resonar en la cocina, más fuerte, más insistente. —¡Nicola atiende! Me separé de él como si de repente su toque quemara mi piel. Tropecé hacia un lado, mis piernas tambaleándose por la confusión y el deseo que aún sentía en mi interior. Todo lo que había sentido en ese momento quedó reducido a cenizas cuando volví a la realidad. No pude evitar mirarlo una vez más, tratando de entender qué demonios estaba pasando. Una mujer un poco mayor que yo entró en la cocina. Tenía un teléfono en una mano y varias bolsas de compras en la otra, de seguro llenas de ropa cara y accesorios que podrían pagar mi alquiler durante meses. Ella se quedó inmóvil al ver a Nicola parado allí, frente al refrigerador, pero la mirada de él nunca se apartó de mí. —Ni... Nicola... ¿Qué haces fuera...? Entonces era cierto. Lo que Bianca me había contado. Nicola no salía de su habitación. ¿Pero por qué estaba aquí ahora? —Renata, ya te dije que no puedes entrar aquí como si fuera tu casa, —dijo Bianca entrando en la cocina. Su tono no dejaba lugar a dudas: ella no era bienvenida aquí, y me pregunté quién era esta mujer. Cuando Bianca vio a su hermano, su expresión cambió de inmediato, sus ojos se agrandaron y su boca se abrió con sorpresa, y por un momento, todo en la cocina quedó suspendido en un incómodo silencio. —¿Nicola? —preguntó con incredulidad, dando un paso hacia él. Solo en ese momento, Nicola apartó su mirada de mí para enfocarse en su hermana. Al parecer encontró su voz, y cuando habló, su tono era bajo, cargado de algo que me hizo estremecer. —Sorella, —dijo, y si no hubiera estado ya mojada por el agua de la piscina, se hubiera notado como mi entrepierna se mojó solo con el sonido de su voz. Mierda. Sentí una oleada de calor subiendo por mi cuerpo, mezclándose con el hormigueo que ya había dejado su toque. Era ridículo, pero su presencia, su voz, ya tenía ese poder sobre mí. —Fratello, ¿qué haces fuera de tu habitación? —preguntó, avanzando un paso hacia él. —Tu cumpleaños es mañana, —respondió, encogiéndose de hombros. —No podía faltar. Bianca lo miró con el ceño fruncido, era obvio que no le creía ni una palabra, su hermano estaba aquí, fuera de su habitación, y eso era algo que no podía ignorar. —¡Tenemos que celebrar, amore! —chilló Renata, y mi corazón se detuvo al escuchar esa palabra salir de su boca. Nicola se tensó de inmediato, sus ojos se clavaron en los míos. Vió la decepción en mis rostro, aunque intenté disimularla. Pero él lo notó, lo supe por la forma en que su expresión cambió, su mirada se suavizó por un segundo antes de volverse dura de nuevo. Renata intentó acercarse y abrazarlo, pero él se apartó con un movimiento rápido. —No me llames así, —dijo, su voz fría como el hielo. —No soy tu amore. Ahora, ¿a qué viniste? Cruzó los brazos sobre su pecho, y mis ojos no pudieron evitar seguir el movimiento, fijándome en los músculos que se tensaban bajo su camiseta. ¡Qué brazos por dios! Renata se detuvo en seco, sorprendida por su rechazo, tartamudeando por un segundo antes de hablar. —Tengo los papeles que solicitaste del caso… —respondió, hurgando en una de las bolsas que llevaba en su brazo. Él asintió una vez, sin decir nada más. Sus ojos volvieron a posarse en los míos durante un breve instante, como si quisiera asegurarse de que entendía la situación y no estaba malinterpretando su relación con ella. Luego, miró a Bianca y le hizo un gesto con la cabeza, ambas entendimos que debíamos salir de la cocina. Cuando llegamos a la piscina, soltó el aire que estaba conteniendo y se giró hacia mí. —Oye, ¿estás bien? —me preguntó, buscando alguna señal de mi estado de ánimo en mi rostro. Asentí, aunque no estaba segura de si realmente estaba bien. Me acerqué a la piscina, sin decir nada más, y me lancé de cabeza. El frío del agua me envolvió de inmediato, apaciguando el calor que me quemaba por dentro. Pero no era suficiente. El agua no podía extinguir el fuego que Nicola había encendido en mí. El frío a mi alrededor se sentía bien, pero no era lo que realmente necesitaba. No era lo que mi cuerpo, lo que mi mente, estaba pidiendo a gritos. Lo necesitaba a él. Pero no podía tenerlo. No podía hacerle eso a Bianca. La idea de traicionarla de esa manera me quemaba por dentro casi tanto como el deseo que sentía por su hermano. Todo lo que sabía era que eso estaba mal, aunque no podía ignorarlo, no podía simplemente descartarlo como si no hubiera pasado. Después de un rato, volvimos a la habitación de Bianca, me concentré en la cena que compartimos, mientras charlábamos de su fiesta de cumpleaños. Cuando terminamos, me despedí de ella y regresé a la habitación que me habían asignado. Me puse un pijama liviano, uno que no hacía nada por sofocar el calor que seguía quemándome por dentro. Era como si cada partícula de mi ser estuviera clamando por liberarse, por encontrar una manera de soltar toda esa tensión acumulada. Y sabía que no podía acudir a él. Solté un suspiro pesado y me levanté de la cama, caminando hacia mi bolso. Por suerte, había traído algo que podría ayudarme. Me arrodillé junto a mis pertenencias y mis dedos encontraron lo que buscaba. Lo saqué y lo sostuve en mis manos por un momento, sonriendo a mi querido amigo que tantas veces me había hecho compañía. No era la solución ideal. No era lo que realmente quería, pero era lo único que tenía para apagar el fuego que Nicola había encendido en mí.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD