Luciana abrió sus ojos de par en par, se estremeció al escuchar esa historia. Abrazó con calidez a su amiga para darle consuelo.
—Estamos peor que antes —resopló deglutiendo la saliva con dificultad—, aunque existe una posibilidad, si trabajaras conmigo, podrías reunir con mayor rapidez esa cantidad —propuso la joven—, esta noche uno de los clientes dará una gran fiesta, ha pedido una dama de compañía. —Miró de pies a cabeza a Paula—, con un vestido elegante, algo de maquillaje, unos tacones, no quedarás mal, además no tienes que acostarte con él, no es obligatorio —indicó—, el cliente del cual te hablo es muy lindo y no te obliga a lo que no quieres, pero es muy juguetón con sus manos, y te da unos besotes. —Suspiró profundo.
Paula negó con la cabeza, y sus hermosos ojos marrones los abrió con amplitud.
—No pienso convertirme en una prostituta, yo tengo dignidad —enfatizó y se puso de pie—, no creo que no te pidan sexo, esos hombres pagan por mujeres, es obvio que quieren algo más —gruñó, y caminó hasta la pequeña nevera y sacó una jarra con agua y se sirvió en un vaso.
—La dignidad se esfuma con la necesidad, no pierdes nada si lo intentas esta noche, puedo hablar con mi jefe —mencionó Luciana—, te voy a mostrar al cliente. —Sacó su móvil del bolsillo de atrás de su pantalón y empezó a buscar imágenes en r************* , entonces le indicó a Paula—, es él.
Paula miró las fotos de aquel hombre, era demasiado joven, muy atractivo, de mirada profunda y azulada, su cabello era claro, se le extrañó que alguien con esa presencia buscara damas de compañía.
—Pensé que era un hombre de más edad —indicó.
Luciana chasqueó la lengua.
—Es un playboy, hijo de papi, su familia es muy adinerada, gasta el dinero de sus padres a manos llenas, organiza fastuosas fiestas —mencionó.
Paula apretó los labios.
—Qué afortunado —dijo con cinismo—, ese hombre no sabe lo que es tener necesidad, esa gente solo nace para gastar, y los que en realidad necesitamos dinero, no tenemos como conseguirlo —expresó con tristeza.
—Por eso, piénsalo bien, el trabajo es sencillo.
Paula volvió a mirar la imagen, era un hombre de unos veinte y cinco años, con unos ojos azules hermosos, la piel nacarada, las facciones finas, el cabello claro, parecía un príncipe, pero no sabía que había detrás de esa fachada, inspiró profundo y no dio respuesta.
*****
En horas de la noche las luces robóticas iluminaban la elegante discoteca en la cual Juan Andrés Duque, hijo de uno de los hacendados cafeteros más importantes de la región, daba una fastuosa fiesta.
Ingresó al salón caminando con su varonil presencia, sonrió con varias chicas, coqueteando con ellas.
—Esta noche el licor y las chicas corren por mi cuenta —dijo el joven, y esperó con impaciencia la llegada de su acompañante, miraba su reloj a cada instante, entonces se sentó en la barra y pidió un whisky.
Paula bajó del vehículo que la llevó hasta aquella discoteca, miró a todos esos elegantes hombres que no le quitaban la vista de encima y el estómago se le encogió.
«¡No voy a poder con esto!» pensó, y entonces volteó para irse, no se atrevía a ingresar a ese lugar.
—¿A dónde vas? —escuchó en la voz fuerte de un hombre, ella se erizó y detuvo el paso. —¿Eres el reemplazo de Luciana? —indagó.
Paula se armó de valor, inhaló profundo, giró sobre sus talones, miró a aquel caballero.
—Sí —respondió con la voz temblorosa.
—Entonces ven —dijo el hombre.
*****
«La dama de rojo by Chris de Burgh» empezó a sonar. Juan Andrés miraba hacia la puerta esperando a su acompañante, y de pronto luciendo un sensual y elegante vestido carmín, apareció una joven mujer de piel bronceada, y larga, brillante y lisa cabellera castaña, caminando por el salón, no era como las chicas que mandaba la agencia, esta tenía prominentes curvas, caderas anchas, muslos gruesos, senos abultados. La devoró con los ojos.
—Una belleza exótica, tal como me la recomendó el doctor —pronunció Juan Andrés, la miró con descaro y se mojó los labios.
Paula tropezó de nervios, al notar como la mirada de aquel hombre la desvistió.
—Recuerda que es nuestro mejor cliente —susurró el sujeto que la acompañaba y le dio un ligero empujón.
Paula se armó de valor, caminó en medio de la gente, llegó frente a él, y todo su ser tembló de nerviosismo.
—Soy la dama de rojo, y seré tu compañera por esta noche —dijo ella con la voz suave, se aclaró la garganta, era como si las palabras no salieran de su boca. Lo miró a él, y era mucho más atractivo en persona, alto, fornido, elegante, con una sonrisa encantadora, y una mirada seductora.
«¡Dios mío, ayúdame!» suplicó ella.
—Lady in red —susurró él y la barrió con la vista—, me fascina el misterio. —La invitó a sentarse a su lado. —¿Qué vas a tomar, dama de rojo? —cuestionó con voz sensual.
La chica se aclaró la garganta, la piel se le erizó, entrelazaba sus manos con nerviosismo.
—Agua —solicitó.
Juan Andrés soltó una carcajada, negó con la cabeza, alzó una de sus manos para llamar al mesero.
—Un whisky en las rocas para mí, y una piña colada para la señorita —solicitó.
—No, yo no bebo licor —dijo ella aclarándose la voz.
—En el contrato decía claramente que debes hacer lo que yo pida —enfatizó y le guiñó un ojo—, y ahora que te veo en persona, podría doblar el precio, o triplicarlo si lo deseas —murmuró con voz ronca al oído de ella—, por pasar la noche conmigo —añadió.
Paula sintió que toda su piel se erizó ante la atrevida propuesta de aquel hombre. Las mejillas se le sonrojaron y sus ojos se abrieron de golpe.
—No soy una prostituta señor Duque —carraspeó, inhaló profundo—, me contrataron solo para hacerle compañía —rebatió aclarándose la voz.
Juan Andrés ladeó los labios.
—Qué solemne se oye eso de señor Duque, puedes llamarme Andrew —indicó—, ven vamos a bailar, imagino que a eso no te vas a negar.
Paula asintió, entonces se acercaron a la pista, él colocó sus fuertes manos en la cintura de ella, y la chica sintió que se iba a desmayar de los nervios.
«¿Por qué le hice caso a Luciana?» se reprochó, se sentía incómoda en brazos de él.
—Abrázame —pidió él. —¿Es tu primera vez? —cuestionó arrugando el ceño.
Paula asintió, se armó de valor y con timidez colocó sus brazos alrededor del cuello de él. Fue inevitable no inhalar aquella varonil y sofisticada fragancia que él desprendía, además su mirada era profunda, y no dejaba de observarla, y eso la hacía temblar de nerviosismo. Enseguida empezaron a moverse al ritmo lento de la melodía, y Paula comenzó a sentir los dedos de Juan Andrés recorriéndole la espalda.
«¿Qué hace?» se cuestionó y empezó a tensarse, no le agradaba que la tocaran, no estaba acostumbrada, y de repente los dedos de él, apretaron uno de sus glúteos.
Paula abrió sus ojos con sorpresa, la adrenalina se apoderó de su sangre, lo empujó con todas sus fuerzas y lo abofeteó estampando sus dedos en la mejilla de él, sin medir las consecuencias que eso podría ocasionar.
—¡Atrevido! —gritó agitada.
Juan Andrés se sobó la mejilla, la miró con profunda ira, sus amigos se carcajeaban.
—¿Cómo te atreviste a tocarme? —rugió iracundo, la vena de su frente saltó, la tomó de los hombros y la zarandeó—, ninguna mujer hace esto. —Señaló su mejilla enrojecida con evidente molestia—, pondré una queja en la agencia, para que no te den trabajo nunca más, y no te pagaré esta noche, lárgate —ordenó a gritos.
Paula se sacudió del agarre de él.
—Claro que me voy —vociferó, sus profundos ojos oscuros se clavaron en los azules de él—, prefiero pedir limosna en la calle, que ser el juguete de un niño rico sin oficio, ni beneficio —gritó y salió de la discoteca a toda prisa.
Juan Andrés rascó su cabeza al escucharla, apretó los puños.
—¡Te vas a arrepentir! —sentenció respirando agitado—, aquí no ha pasado nada señores, que continúe la fiesta —ordenó.
«Averiguaré quien eres, y me las pagarás, nadie se atreve a abofetear a Juan Andrés Duque»
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Advertencias:
Juan Andrés Duque es un personaje con muchos defectos, es arrogante, vanidosos, y cree que puede tener el mundo a sus pies, si no les agrada este tipo de historias, les recomiendo pasar por mis otros libros, es la primera vez que tendré un personaje tan oscuro de protagonista.