—Estoy muy nerviosa, señora —confesó Paula, las manos le temblaban—, me estoy arrepintiendo. —Tranquila —le dijo Paz—, todo ha salido bien. —La miró con ternura—, sigue como hasta ahora, no desistas por favor. Paula inhaló profundo, miró a su alrededor, toda aquella casa estaba llena de lujos y confort, esa habitación era más grande que la pieza donde ella vivía. —¿En qué momento traerán a mi hijo? —indagó ansiosa. Paz le brindó una sonrisa. —Le pedí a una de mis hijas mayores, que llevara a tu hijo al centro comercial, no debe tardar. La mirada de Paula se cristalizó, la garganta le picó, recordó cómo su pequeño anhelaba zapatos nuevos, y por fin ese sueño se iba a ser realidad, pero el precio era muy alto. **** Juan Andrés en su alcoba, salió a la terraza, miró como saltar y esca