Juan Andrés palideció por completo, lo primero que hizo fue cubrir con sus manos sus partes íntimas, inhaló profundo y se aclaró la garganta. —Señor —carraspeó, observó al hombre: Estaba vestido con camisa y pantalón blanco, cargaba un morral, con la correa cruzada del hombro a la cintura, su cabeza estaba cubierta con un sombrero tradicional colombiano, y en las manos tenía la escopeta con la cual no dejaba de apuntarlo—, aquí hay una equivocación, yo soy inocente —añadió. El hombre frunció el bigote y colocó las manos en el gatillo. —Encima cobarde —rugió. —¡No por favor! —suplicó Juan Andrés balbuceando. —¡Ponte de rodillas! —ordenó el supuesto tío de Paula. Juan Andrés frunció el ceño, negó con la cabeza. —¡Jamás! El tío de Paula disparó hacia una ventana, el cristal se hizo pe