—Ya tengo hambre —fue el susurro que Juan Andrés y Paula escucharon, interrumpiendo aquel abrazo, tan necesario para ambos. Paula se separó del cuerpo de Andrés, miró a Cris, y sonrió. —Alguien dijo que se encargaría de la comida —advirtió y miró a Andrés. —Es verdad —contestó él. —¿Les gustaría comer pizza? —¡Me encanta! —exclamó el pequeño, los ojos se le iluminaron. Juan Andrés lo observó con ternura, ahora tenía la certeza que era el hijo de su mejor amigo, y lo iba a cuidar y proteger tal como en el pasado lo hizo con David. Enseguida Juan Andrés sacó su móvil, hizo el pedido. Unos minutos después, varios golpes se escucharon en el portón de la casa. Juan Andrés arrugó el ceño, y fue a abrir, arqueó una ceja al ver que se trataba de una de sus hermanas, enseguida abrió.