Ya se acerca el cumpleaños número doce de Alessia, los dos años anteriores por consideración a Camelia no he pasado ninguno de ellos a su lado para no incomodarla. Este año quiero que sea diferente. Merezco pasar con Alessia los momentos que son realmente importante. Es justo y necesario que este año, yo esté presente. Soy su padre y merezco un lugar en su vida, incluso en esas fechas de celebración, por ocho años me privé, o mejor dicho, Camelia me privó de esos momentos.
Lejos de discutir con ella, solo quiero limar asperezas, tratar de encontrar un punto neutral donde logremos entendernos y tratar de llevar lo mejor posible la relación, nos toca por Alessia.
Aunque hubiera querido en algún momento en estos casi tres años que me perdonara, he logrado entender que por más que lo deseé no se hará realidad, le hice mucho daño, cegado por el odio y por qué no reconocerlo, por los celos, me dejé llevar errando una y otra vez hasta el fondo.
De solo recordarlo siento rabia conmigo mismo por haber sido tan bruto. El dolor marcado en su mirada el último día que la vi dejó profundas huellas en mí, por más que he intentado borrar ese recuerdo en estos años, una y otra vez vuelve a mi cabeza reflejando ese azul inundado de lágrimas contenidas a fuerza para no terminar de mostrar el dolor que le causé.
Inicio del Flashback
—No quise hacerte daño —comienzo a hablar interrumpiendo a Manuel. Si él, mi amigo, el padre que la vida me dio, mi mano derecha, es capaz de descubrirme aquí frente a ella, ya no tiene caso quedarme callado, ya no tengo nada que perder; ya no veo diferencia en que lo haga él o yo, a fin de cuentas, antes de reconocer lo importante que ella se iba a convertir en mi vida, la había perdido—, o mejor dicho, sí te quería hacer daño, pero en el camino me torciste las intenciones mujer; me hiciste dudar, y no así cegado por mi odio seguí adelante en mi intención hacerte pagar por tu silencio, por haberme ocultado la existencia de Alessia.
—¿Qué estás diciendo? —me pregunta Camelia contrariada…
—Déjame terminar por favor, después si quieres me insultas y me echas de tu vida para siempre —…Observo como aprieta los labios, voltea a ver a Alessia, y luego vuelve la mirada hacia a mí, en ese instante comprendí que era el momento de terminar lo que ya inicié, sin detenerme ni siquiera a respirar—, cuando me llevé a Alessia para Italia tenía la intención de vengarme de ti, tal es así que me la llevé a una isla en Grecia, una isla donde no hay señal para teléfonos móviles convencionales sino satelitales, no quería que volvieras a hablar con ella, quise que padecieras lo que yo sufrí cuando me enteré que era estéril, quise verte revolcarte en el dolor —ver la conjunción de emociones en su mirada y como sus labios se contraían, se juntaban cada vez más supongo de la rabia, dolor, decepción, o que se yo, representaba para mí la mayor lección de castigo que pude recibir.
Pude percibir cuál sería mi destino en lo adelante. Era de esperar cualquier reacción de ella, menos positiva. ¿Esperar un perdón de su parte?, era exigirle mucho a la vida.
¿Quién era yo en ese momento para exigir?, ni siquiera para implorar.
Camelia no expresó palabra alguna, solo me observaba directamente a los ojos, su respiración era irregular, sus pechos bajaban y subían de la rabia. Me sentí un hombre miserable.
De no sentir lo que siento por ella, este momento hubiera sido el ideal, podría mofarme, celebrar al ver el sufrimiento en sus ojos, pero no, no pude, no me sentía bien con lo que había hecho ni con lo que ahora hago. Ver el odio desprenderse de su mirada me hizo sentir como si arrancaran algo dentro de mí.
No pude seguir sosteniéndole la mirada, desvié la vista hacia Alessia cuya mirada era inexpresiva. Al no poder soportar más tanta tensión y dolor acumulado, giré sobre mis pies con intención de salir de ese apartamento. Sabía que era lo que debía hacer, y salir de allí, poner distancia, era lo mejor para los tres. Bastante daño nos hemos causado.
Fin del Flashback
Recordar esto y que de haber insistido en saber si Camelia había recibido el maldito sobre, mi situación tal vez sería otra en este momento. Tal vez ella me hubiera perdonado la metida de pata desde el principio, pero como todo indicaba que ella lo prefería a él, me dejé llevar por los celos. No me permití razonar, y marqué mi destino.
Aquí estoy amargado y sumergido en el trabajo, supervisando mis empresas y las que dejó mi padre. Pudiera delegar la gerencia de algunas de ellas, prefiero ocupar la mente, llenarme de obligaciones que no me permitan recordar lo miserable que se tornó mi vida desde mi regreso definitivo a Italia.
Aunque le prometí a Alessia ir a visitarla cada quince días, no he tenido fuerzas de voluntad para volver a Venezuela, la tentación de verla sería demasiada. Y de su desprecio creo haber tenido suficiente. Bien merecido lo tengo. Lo único que me consuela es que no volvió con el hombrecito ese. Así como me desechó de su vida también lo aventó a él de manera definitiva.
Acordé con Alessia enviar, por intermedio de mi secretaria un avión a buscarla cada quince días. Todo este tiempo ha sido así. Para no tener contacto con Camelia Manuel asumió sin pedírselo todo lo referente a la manutención de Alessia y cualquier otro gasto que requiera, aunque por boca de Manuel en una oportunidad escuché que no es mucho lo que le haga falta, pues Camelia con lo orgullosa que es, nada pide, nunca se queja.
Entiendo que, aun teniendo la necesidad de algo, por no hablarme, prefiere pasar privaciones.
De no existir Alessia, y haberme reencontrado con Camelia, de estar viviendo hoy en día esto en total soledad, estaría en agonía silente y lenta.
La experiencia de ser padre de esa pequeña ha sido el mayor de los regalos y la más bonita y gratificante experiencia que he podido vivir. Como si hubiera aprendido al detalle mis gestos, acciones y hasta forma de pensar y responder, no sería tan idéntica a mí.
Unos meses después de mi regreso definitivo a Italia me tocó asistir a un evento de beneficencia de una de las fundaciones de Bianca, y al no querer asistir solo ni con ninguna mujer, le pedí a Alessia acompañarme. A ella le pareció emocionante la idea. Desde entonces viene acompañándome a la mayoría de los eventos de esta categoría. Recuerdo que Luciana Ruggiero estuvo presente en uno de ellos y ante su interrogatorio por saber quién era ella, quedé sin palabras ante su habilidad.
—¿Quién es esta niña tan bella que te acompaña últimamente en los eventos a los que te he visto asistir? —preguntó Luciana en su tono de voz meloso.
Alessia levantó la mirada hacia mí, como si buscara aprobación para responder, al ver que le hice un guiño de ojo, no se contuvo.
—Ay Alejandro, es hasta penosa —me alertó Luciana sin saber lo que se le venía.
—Penosa no, sino que me enseñaron a no hablar con desconocidos, y menos cuando son imprudentes, si Alejandro no me ha presentado debe ser porque tal vez no quiere que me conozca —respondió Alessia en tranquilidad y juntó los labios en demostración de haber dado por terminada la conversación.
—¡Qué niña tan mal educada Alejandro! —exclamó Luciana quejumbrosa—, de no saber que tienes años solo pudiera decir que es tu hija. Parece una réplica tuya de pedantería y grosería.
—No dijo nada que no fuese verdad —agregué un motivo más a su odio—, fue imprudente de tu parte pretender entablar una conversación con ella de esa manera, no ves que no es una niña sino casi una adolescente con capacidad de interpretar tus palabras y hasta tus gestos de menosprecio —le dije mirándola fijamente—, conozco pocos niños, educados y respetuosos como ella, son contados.
—Con razón andan juntos, son iguales —contestó Luciana sacudiendo el cuerpo en reacción infantil—, te busco cuando estés solo.
—Hasta pronto Luciana —le dije sonriéndome.
Desde ese entonces, periodistas y curiosos se me han acercado, indagando sobre la identidad de Alessia. Se han contenido en perseguirla porque los tengo amenazados con una demanda millonaria sin contar el desprestigio para las revistas donde estos trabajan y los otros curiosos de a pie, no se me acercan por el simple hecho de no ganarse a un poderoso enemigo.
Por lo menos hasta ahora la identidad de Alessia y de Camelia se mantiene en total hermetismo. De Camelia no se sabe absolutamente nada pues más nunca ha venido a Italia, y no es de las que le guste la vida pública, y menos si con ello la relacionarán conmigo.
—Licenciado —la voz de mi secretaria en el intercomunicador logra sacudirme sacándome de mis pensamientos.
—Dime Hanna —contesto.
—En la línea está la señora De Andrés —me informa.
—Comunícamela —le pido.
Guardo silencio mientras Hanna cumple con mi orden. Sylvana, la esposa de Manuel me va a apoyar en la organización de la celebración del cumpleaños de Alessia. Cuando le comuniqué la intención que tengo, en seguida se ofreció a poyarme en todo lo que necesitara. Pretendía contratar a un asesor de eventos, pues no tengo tiempo ni cabeza para esas cosas. Ella amablemente, sin dudarlo quiso organizarle algo bonito a Alessia, la conoce y se derrite de ternura cada vez que Alessia está cerca.
—Hola Alejandro —escucho su voz al otro lado de la línea.
—¿Cómo te va Sylvana? —le saludo.
—Todo bien hijo —me responde de la misma manera que Manuel me trata algunas veces. Bueno, cuando no salimos discutiendo, aunque eso es más normal entre nosotros. Nuestro trato no es del típico abogado cliente, sino más de padre a hijo—, ya tengo algunas ideas y quisiera discutirlas contigo, tú conoces a Alessia más que nadie después de su mamá, y como por razones obvias no la puedo llamar, quedas tú.
—Esta tarde al salir de la Corporación paso por tu casa y hablamos con calma, aprovechas y me invitas uno de esos exquisitos pasteles que preparas —le digo adulador.
—Perfecto, te estaré esperando con gusto, hasta el rato —se despide y cuelga la llamada.