CAPÍTULO 3

850 Words
Dos años habían pasado, Emma y Joseph cada día estaban más unidos, los padres de este último seguían teniendo el problema de que Joseph se les escapara para ver a su bella Emma. Aunque este ya había entrado a la escuela y no pasaban tanto tiempo como antes, por lo que Emma se aburría. —¿Qué pasa cariño? — digo Amaris acariciándole su cabecita, Emma estaba hincada en el sillón viendo hacia la calle. —Es que “Josh” ento a la escuela y yo ya no tengo con quién jugas — dijo triste mientras mencionaba el apodo que le tenía a Joseph —¿Quisieras ir a la escuela en dónde va Clío? — Emma giró su cabeza para mirar a su madre. —Sí, ¿Puedo?  —Claro que si mi amor, dentro de un rato iré hablar con Cala para que me de los datos y así poder asi matricularte. — Emma abrazó a su madre muy feliz, conocería más niños y niñas, tendría amigos nuevos. (...)  Dos días habían pasado y Emma tendría su primer día de clases estaba muy feliz, cosa que Joseph no, ya que Emma le dijo que iba a tener nuevos amigos y eso no le gustó, su Em, lo podría cambiar por otro amigo y eso le partiría el corazón. Antes de irse Joseph pasó a despedirse y desearle suerte. —¿Que pasa? — le preguntó Emma. Mientras con su pequeña mano acariciaba el rostro de su mejor amigo. —Es que cuando tengas amigos nuevos, me vas olvidar, y ya no querrás ser más mi amiga. —No digas eso, eres mi mejor amigo, y siempre será así, nunca te dejaré de querer te lo prometo — Joseph sonrió abrazó a su pequeña Emma y besó su cabecita. — Siendo así, me puedo ir tranquilo a la escuela, y si un niño te molesta me dices, así voy y le pego para que no se meta con una de las niñas mas linda. — Emma frunció el ceño. Y Joseph sonrió. — Tú y Clío son las niñas más hermosas que existen en el mundo. — Emma asintió con una sonrisa. — Cuídate mucho princesa. Joseph se fue contento a la escuela y Emma también, pero desgraciadamente el día de Emma no estuvo muy lindo ya que tenía dos compañeras que se burlaron de ella y la empujaron haciendo que se cayera y rompiera la rodilla.  Cuando Joseph por la tarde fue a ver cómo le había ido a Em en la escuela, la vio con sus ojos rojos por el llanto. —¿Pero qué te pasó? — preguntó preocupado. —Una niña me empujó y me caí — Joseph se levantó enojado, en ese momento él deseó ser mujer para poder ir y golpearla. —Tranquila pequeña no llores, no me gusta verte llorar, si dejas de hacerlo te prometo traerte una sorpresa. — ella lo miró entusiasmada, ya que amaba las sorpresas. —¿En serio?  —Así es Em, y no le hagas caso a esas niñas tontas. —Eso hale, Mila y Lily son unas niñas feas y peleonas. Después de asegurarse que Emma había dejado de llorar, volvió a su casa, quería hablar con su padre. —¿Qué pasa hijo? — Ian era un gran hombre, siempre estaba para su familia, y los apoyaba en todo. —Papá, he estado ahorrando el dinero que me das para comprarle un obsequio Emma, ¿Podrías llevarme mañana a buscar algo bonito para ella? — Ian sonrió al escucharlo, definitivamente Joseph era un hombre grande en el cuerpo de un niño. —Claro que sí campeón, mañana saldré antes del trabajo, así paso por ti, y luego iremos en busca del regalo para Emma.  Joseph feliz por lo que su padre le decía, corrió abrazarlo. — Eres el mejor papá del mundo.   Al día siguiente Ian pasó por su hijo, y lo llevó al centro comercial, Joseph veía, y veía cosas para niñas de cuatro años y nada llamaba su atención, hasta que al pasar por una tienda de peluches grandes, observó uno grande blanco con rojo, tenía unas grandes patas, y varios globos  en forma de corazón. —Este — dijo convencido, y señalando, Ian estaba sorprendido. —¿Joseph, estás seguro? —Por supuesto que sí, es perfecto como Em. — su padre negó con la cabeza y se carcajeo. — Vale si eso quieres, eso tendrás andando. — compraron el peluche y se dirigieron a casa, Joseph estaba muy ansioso por darle su sorpresa a su mejor amiga. Al llegar Ian le ayudó a su hijo a cruzar la calle, y mientras Joseph llamaba a la puerta su padre sostenía el gran peluche. Amaris abrió la puerta y se sorprendió al ver lo que tenía al frente. —¿Está la princesa de la casa?  —¡Claro que sí Joseph!, iré a llamarla. Cuando Emma salió pegó varios gritos de alegría, ese peluche era más grande que ella, pero le encantaba, era perfecto, como lo era su mejor amigo.
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