Dos años habían pasado, Emma y Joseph cada día estaban más unidos, los padres de este último seguían teniendo el problema de que Joseph se les escapara para ver a su bella Emma. Aunque este ya había entrado a la escuela y no pasaban tanto tiempo como antes, por lo que Emma se aburría.
—¿Qué pasa cariño? — digo Amaris acariciándole su cabecita, Emma estaba hincada en el sillón viendo hacia la calle.
—Es que “Josh” ento a la escuela y yo ya no tengo con quién jugas — dijo triste mientras mencionaba el apodo que le tenía a Joseph
—¿Quisieras ir a la escuela en dónde va Clío? — Emma giró su cabeza para mirar a su madre.
—Sí, ¿Puedo?
—Claro que si mi amor, dentro de un rato iré hablar con Cala para que me de los datos y así poder asi matricularte. — Emma abrazó a su madre muy feliz, conocería más niños y niñas, tendría amigos nuevos.
(...)
Dos días habían pasado y Emma tendría su primer día de clases estaba muy feliz, cosa que Joseph no, ya que Emma le dijo que iba a tener nuevos amigos y eso no le gustó, su Em, lo podría cambiar por otro amigo y eso le partiría el corazón.
Antes de irse Joseph pasó a despedirse y desearle suerte.
—¿Que pasa? — le preguntó Emma. Mientras con su pequeña mano acariciaba el rostro de su mejor amigo.
—Es que cuando tengas amigos nuevos, me vas olvidar, y ya no querrás ser más mi amiga.
—No digas eso, eres mi mejor amigo, y siempre será así, nunca te dejaré de querer te lo prometo — Joseph sonrió abrazó a su pequeña Emma y besó su cabecita.
— Siendo así, me puedo ir tranquilo a la escuela, y si un niño te molesta me dices, así voy y le pego para que no se meta con una de las niñas mas linda. — Emma frunció el ceño. Y Joseph sonrió. — Tú y Clío son las niñas más hermosas que existen en el mundo. — Emma asintió con una sonrisa. — Cuídate mucho princesa.
Joseph se fue contento a la escuela y Emma también, pero desgraciadamente el día de Emma no estuvo muy lindo ya que tenía dos compañeras que se burlaron de ella y la empujaron haciendo que se cayera y rompiera la rodilla.
Cuando Joseph por la tarde fue a ver cómo le había ido a Em en la escuela, la vio con sus ojos rojos por el llanto.
—¿Pero qué te pasó? — preguntó preocupado.
—Una niña me empujó y me caí — Joseph se levantó enojado, en ese momento él deseó ser mujer para poder ir y golpearla.
—Tranquila pequeña no llores, no me gusta verte llorar, si dejas de hacerlo te prometo traerte una sorpresa. — ella lo miró entusiasmada, ya que amaba las sorpresas.
—¿En serio?
—Así es Em, y no le hagas caso a esas niñas tontas.
—Eso hale, Mila y Lily son unas niñas feas y peleonas.
Después de asegurarse que Emma había dejado de llorar, volvió a su casa, quería hablar con su padre.
—¿Qué pasa hijo? — Ian era un gran hombre, siempre estaba para su familia, y los apoyaba en todo.
—Papá, he estado ahorrando el dinero que me das para comprarle un obsequio Emma, ¿Podrías llevarme mañana a buscar algo bonito para ella? — Ian sonrió al escucharlo, definitivamente Joseph era un hombre grande en el cuerpo de un niño.
—Claro que sí campeón, mañana saldré antes del trabajo, así paso por ti, y luego iremos en busca del regalo para Emma.
Joseph feliz por lo que su padre le decía, corrió abrazarlo.
— Eres el mejor papá del mundo.
Al día siguiente Ian pasó por su hijo, y lo llevó al centro comercial, Joseph veía, y veía cosas para niñas de cuatro años y nada llamaba su atención, hasta que al pasar por una tienda de peluches grandes, observó uno grande blanco con rojo, tenía unas grandes patas, y varios globos en forma de corazón.
—Este — dijo convencido, y señalando, Ian estaba sorprendido.
—¿Joseph, estás seguro?
—Por supuesto que sí, es perfecto como Em. — su padre negó con la cabeza y se carcajeo.
— Vale si eso quieres, eso tendrás andando. — compraron el peluche y se dirigieron a casa, Joseph estaba muy ansioso por darle su sorpresa a su mejor amiga.
Al llegar Ian le ayudó a su hijo a cruzar la calle, y mientras Joseph llamaba a la puerta su padre sostenía el gran peluche. Amaris abrió la puerta y se sorprendió al ver lo que tenía al frente.
—¿Está la princesa de la casa?
—¡Claro que sí Joseph!, iré a llamarla.
Cuando Emma salió pegó varios gritos de alegría, ese peluche era más grande que ella, pero le encantaba, era perfecto, como lo era su mejor amigo.