Ahmed caminó rápidamente hasta alcanzar a Lyna, la pelirroja mujer estaba por subir a la limusina. —Lyna, espera, por favor. —El árabe la tomó por el brazo, ella lo retiró golpeándolo con su mano. —Te he contado todo lo que he sufrido por culpa de esa mujer, incluso tú mismo sufriste infinidad de veces sus engaños, y aun así vas tras ella como si fueras un borreguito, ¿Hasta cuando Ahmed? ¿Hasta cuándo nos permitirás ser felices? Ahmed se sintió avergonzado, no quería hacer sufrir a Lyna, pero no entendía qué es lo que pasaba en su interior, no podía borrar de su memoria ni un solo instante el rostro de mía. Subieron a la limusina en completo silencio, cada uno se concentró en el paisaje urbano, Lyna pensaba en la manera de hacer que Ahmed cediera a sus exigencias, y él pensaba en la m