Desperté, sábado por la mañana, alrededor de las 9:00 am, Emanuel no estaba a mi lado y no sentía ningún tipo de ruido en otras partes del departamento. No quería levantarme aún, hacía frío. Sentí el ruido de la puerta abriéndose con llave, supuse que era él. —He llegado, dormilona —dijo asomándose por la puerta de la habitación. —¿Dormilona quién? —sonreí, le guiñé un ojo—. ¿Dónde estabas? —Fui a la panadería a comprar facturas —sonrió—, porque hay que alimentarte. —¡No me digas gorda! —hice puchero. —No eres gorda, eres hermosa —me besó. Se recostó a mi lado, siguió besándome, sonreímos. —Amo tus labios —susurró sobre mi boca. —Y yo a los tuyos. Me besó, mordió mi labio inferior. Me levanté para ir al baño. Me quité la ropa, estaba completamente desnuda para entrar a la