Hace dos días volvimos a Seattle, nos encontramos en el departamento que ambos compartimos, Adam se la pasaba trabajando día y noche en varios negocios. Tenía que resolver los problemas de su empresa, la de David Black a quién también le pidió ayuda a otro amigo.
Notaba lo estresado que estaba por todos estos negocios, no quería que se hiciera cargo de la pastelería. Tome la decisión de hacerme cargo de mi pequeño patrimonio.
Adam aceptó a regañadientes, y también podía distraerme un rato, además de alejarme de su mal humor de siempre.
Observo a la mujer pelirroja de unos veintisiete años, su piel es demasiado clara casi pálida, su rostro esta adornado de pequeñas pecas, sus ojos verdes brillaban, sus rizos amarrados en una coleta de cabello bailan de un lado a otro.
La conocí en
