Capítulo 1: El millonario George

835 Words
Capítulo 1: El millonario George Llegué al departamento que compartía con mi hermana Evelin cerrando el paraguas, con estas temporadas de lluvia solo llovía a cantaros toda la noche y gran parte de la tarde, por la universidad ambas decidimos compartir los gastos, éramos gemelas, aunque no nos parecíamos en casi nada, es decir, Evelin era rubia y con rasgos asiáticos, yo era morena con rasgos americanos normales, creo que en lo que más nos parecíamos era en los ojos, ambas los teníamos de color ámbar como nuestra madre. La tv estaba encendida, dejé mi chaqueta en una silla del comedor y de repente mi hermana se sentó en el sofá; al parecer había estado acostada. —¡Hola! —dijo Evelin relamiendo sus labios— ¿Cómo te fue…? —sus ojos enrojecidos fueron a mis pies descalzos— ¿y tus zapatos? La miré apretando los labios. —Se me rompió el tacón cuando salí del ascensor —expliqué—, me caí al piso, pero, en fin, ya te llevé la carpeta y… no con la secretaria. Ella frunció el ceño sin comprender volteando a mirarme; sus ojos entrecerrados como si quisiera analizar lo que decía, siempre hacia eso cuando sospechaba que le ocultaba algo, mi hermana y yo éramos muy unidas. —¿A quien se la diste entonces? —preguntó sin comprender. —A George Bell —respondí—, lo vi cara a cara. Bueno, me había tropezado con él en realidad, pero… ¿qué importaban los detalles? Mi hermana casi se cayó de espaldas. —¿El vicepresidente? —preguntó, sus ojos se abrieron de par en par. —Sí —dije abriendo la nevera para prepararme un sándwich para la cena. Evelin se levantó del mueble y se apoyó de la encimera mientras yo le untaba mantequilla al pan, sus ojeras estaban menos profundas que esta mañana, parecía un poco más saludable. —¿Y qué tal? —insistió y es que George era como una celebridad, realmente no podía creer aun que había hablado con él. Ni mucho menos que logré recuperar el aliento. —Es jodidamente hermoso —confesé con sinceridad—, el hombre más sexy que he visto en la vida. Lo peor era que me había visto en el piso con mi tacón roto. —Y millonario —agregó Evelin en burla. —Gracias por la innecesaria aclaración —dije girando los ojos. —Su familia es de los más ricos del mundo y es guapísimo —dijo Evelin soltando un suspiro soñador, claro que sabia que todo lo decía por nuestra amistad de confianza porque ella era novia de Ricardo; un chico que estudió con ella desde la preparatoria y vivía a unas calles de distancia. —Sí, sí lo es —afirmé mordiendo mi labio inferior, es que solo recordaba sus profundos ojos azules, la manera en la que sus labios se curvaban en una leve sonrisa, el estremecimiento que recorrió toda mi piel cuando su mano tocó la mía… como una conexión eléctrica; algo que no me había pasado con nadie y era mucho decir, yo era de esas chicas que nunca buscaron alguna relación, que simplemente decidieron estar solas y enfocadas en terminar la carrera y en el trabajo; elementalmente a sobrevivir, por eso tal vez ya estaba en las últimas evaluaciones a diferencia de Evelin que iba a apenas iniciar sus pasantías otro semestre. —¿Como te sientes? —pregunté a Evelin cambiando el tema. —Mejor —soltó un bostezo, se le notaba cansada—. Voy a acostarme un rato, gracias por hacerme el favor. —Vale —me limité a decir con una ligera sonrisa observándola irse y encerrarse en el cuarto, yo en cambio le di una mordida a mi sándwich y luego saqué mi teléfono para revisar los mensajes; nada importante, pensé nuevamente en George y la curiosidad me ganó, así que busqué en internet su nombre observando todas las imágenes de él, aun no me acostumbraba a su belleza, era tan perfecto que parecía irreal. No terminé de comer, solo guardé mi cena en la nevera y fui a acostarme aun pensando en todo lo que había ocurrido el día de hoy y esos ojos azules que me perseguirían en mis sueños. *** Tenía que organizar las semillas de girasoles por tamaño, los más grandes a la derecha y los pequeños a la izquierda, trabajaba en una manicería a medio tiempo mientras terminaba la universidad. —Margareth, recuerda arreglar los maníes —dijo el señor Edward, era el jefe del local, elementalmente éramos 3 trabajadores y él que se la pasaba todo el día también. —Okey —le dije, terminé las semillas de girasol en su lugar y fui a acomodar los de maníes como dijo mi jefe, pero cuando crucé el pasillo casi me caí de espaldas. Mierda. Creo que solo me estremecí notablemente y me quedé sin aliento al ver a George Bell ahí frente a mí.
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