Después de que Antonella hubiera salido de la habitación, Ivania intentó dormir y, aunque su cuerpo seguía cansado, no así su mente, que comenzó a repasar los momentos previos al disparo que había recibido. Las escenas se sucedían unas a otras sin un orden lógico; de la salida de Mario del restaurante, saltaban a cuando vio a los dos hombres en la motocicleta, regresaban al instante en que Mario le sonreía por el espejo retrovisor, pero sin que Ivaia recordara por qué lo había hecho y, entonces, el espejo se quebraba y ella recibía el impacto, como si hubiera surgido a través de ese mismo cristal fracturado y se enterraba en su pecho izquierdo, sacándole todo el aire y dejándola tumbada en el pavimento, que aparecía con la misma aleatoriedad que lo hubiera hecho la bala que ahora se alojab