Se habían quedado dormidos, los tres. Cuando se despertó, Ivania vio a Antonella, acomodada entre ella y Jaime. Se alarmó al pensar que, como de costumbre, Ximena no tardaría en llegar a hacerle su visita matutina y se moriría de la vergüenza si la encontraba, encamada, con su hijo. Pasó el brazo por encima de Antonella, cuidándose de no despertarla, para sacudir a Jaime, pero, al hacerlo, la bebé se despertó y comenzó a llorar, pidiendo comida. Ivania se sintió morir. El llanto de Antonella atraería a Ximena que, segura de que ella ya estaría también despierta, entraría a la habitación sin siquiera anunciarse. —¡Oh, Dios! —Escuchó Ivania decir a Jaime que, con el llanto, se había despertado. Al menos eso había conseguido—. Lo siento, creo que me quedé dormido. «Sí, ya me di cuenta. No