¡¿Por qué, por qué, por qué?! ¿Por qué tenía, cabezona, que mentirle a Jaime? ¿Era tan difícil decirle que Antonella no era mi hija, bueno, al menos no biológica, y que, por obvias razones, Mario no era su padre? Después de dejar a Antonella con Ximena, fuimos a un sitio cercano, solo a tomarnos una gaseosa y, bueno, comer algo sencillo, como un perro caliente o una hamburguesa y, apenas nos sentamos, Jaime empezó a bombardearme con preguntas. —Estaba pensando —dijo después de que la mesera nos hubiera pasado la carta, un sencillo cartón laminado salpicado con imágenes de comidas rápidas—, que quien te recogió hoy, es el mismo que conocimos en la primera fiesta de niños a la que fuimos, ¿verdad? El hermano mayor del niño cumpleañero. ¿Cómo no había caído en cuenta de eso?, pensé. Si