NICOLAS Los ojazos celestes de ella se abren de par en par. Su cara se sonroja y no es sólo de calentura. Está hecha una furia. —¡¿Pero qué mierda te crees que soy?! —me grita. Mantengo mi sonrisa y me acomodo el pantalón. Tenerla cerca, rozar su delicioso cuerpo y haberla besado me la puso dura. Si no me voy ya del bendito estacionamiento me la voy a terminar follando aquí mismo. Una mala idea, por cierto. La miro con burla, al borde de comerme esa bocota otra vez. Estoy a punto de lanzarme sobre ella como un maldito adolescente desesperado. ¿Cómo puede excitarme tanto esta condenada mujer y no darse cuenta de eso? Con razón lo tiene bobo al Hayden. A cualquier heterosexual con polla y las hormonas a mil emboba esta bruja desgraciada. —¡Sigues siendo un reverendo idiota