:l Hogar de los ojos tristes

LAS ENFERMERAS

             Las Enfermeras

El Hogar estaba compuesto por jóvenes de doce a quince años, que generalmente venían de situaciones de calle, escapaban de sus hogares por diversas situaciones, pobreza, maltrato, abusos, etc. creían que en las calle céntricas de la ciudad encontrarían eso que necesitaban pero la realidad era bien diferente y los golpeaba fuertemente. Comenzaban a edades muy tempranas a robar para comer o a prostituirse y luego a consumir drogas para olvidar el tremendo dolor que les producía vivir así.

Era muy difícil lograr que se quedaran mucho tiempo, por lo común pasaban el tiempo estipulado para que los viera el médico, la psicóloga, psiquiatra y la asistente social. El hogar de los ojos tristes como solía decirle yo, tenía como regla que después de ese período podían integrarse a las salidas al parque, en las que concurrían acompañados por los educadores de turno.

Era un hogar de puertas abiertas, se hacían muchas actividades fuera.

Había otras integrantes del equipo y ellas eran las Enfermeras, hacían una gran tarea que naturalmente producía en ellos un vínculo diferente. Ellas curaban sus heridas físicas, eran la conexión con los médicos, que algunas veces eran insensibles a la situación, les cortaban el pelo, les sacaban los piojos, y los pesaban, que importante era saber cuánto pesaban y como engordaban día a día en el hogar para esos jóvenes, muchas veces se escapaban a la segunda planta para pedirles que los pesaran. Yo creo que aquellas enfermeras hacían mucho más que curarlos, tenían el don de cumplir esa función que hacen las mamas cuidarlos de sus “nanas” y seguramente ellos en el inconsciente así lo sentían.

Eran grandes mediadoras, tenían la capacidad de dar una opinión más clara de sus necesidades y de sus historias, muchas veces les contaban cosas que no lo expresaban a nadie. En las reuniones de equipo ellas siempre traían relatos de ellos que no sabíamos.

Las enfermeras desde su lugar lograban muchas veces esa conexión tan importante para que quisieran continuar en el hogar, era un vínculo invisible pero tan fuerte y pocas veces era valorado.

Salían con ellos a los dentistas, a los hospitales cuando era necesario y algunas veces también compartían turno ante alguna intervención quirúrgica en los centros hospitalarios.

Pero hacían mucho más compartían las salidas al parque y las risas en patio del hogar.

Fernanda y Lucia eran excepcionales e imprescindibles para el hogar.

Recuerdo cuando Lucia comenzó con clases de danza, creaba un ambiente especial, prendía incienso, hacia unos minutos de respiración con los jóvenes y luego ponía música y bailaban. Los primeros días fueron pocos los que iban pero de pronto,  se vio desbordada se integraron un gran grupo de ellos. Si bien esa no era su tarea, ella aportaba desde ese otro lugar algo diferente algo maravilloso al hogar.

Fernanda era un poco la confidente, los mas grande le contaban sus historias mediante lo cual podíamos ayudarlos mejor. Era con la que contaban cuando algo les había pasado en la calle, porque ella le explicaba cómo cuidarse y cuando se debía consultar ante daños físicos, infecciones, o problemas sexuales.

Muchas veces fugados del hogar volvían preguntando por alguna de ellas, siempre era para curarse algo o para consultar alguna situación que los preocupaba. Entonces ahí veías que vinculo se había creado.

Es difícil poner distancia a aquellas historias, poder pensar que puede en este mundo existir tanta maldad de parte de otro seres humanos, cada día ellas llevaban una sonrisa que le daba otro color, otro sentimiento más puro más humano.

Desde mi visión eran el gran motor del centro, sin tener que hacerlo, les hablaban, los integraban y lograban ese vínculo mágico que luego hacia que ellos desearan cambiar y comenzar una nueva etapa en nuestro hogar, y muchas veces una nueva etapa en sus vidas.