4. Eres mi San Valentín

1963 Words
[Fernanda] Después de haber tenido que calmar las ganas que tenía por volver a tener sexo con Chase, salimos de mi apartamento rumbo a un restaurante cerca a la Quinta Avenida. No sabía que Chase tiene chofer… de hecho no sé nada de él, solamente el nombre, que es amigo o por lo menos conocido de Jane y Natan y lo más relevante hasta el momento es que es un dios del sexo.   Volteo para ver a Chase apenas se detiene frente a la puerta de un restaurante elegante, o al menos eso es lo que parece desde afuera…   —   Dijiste que viniera casual— lo miro un poco angustiada porque mi pantalón n***o de lanilla, y mi blusa de cuello blanca, mi abrigo de lana camel y mis botas altas no me hacían sentir vestida adecuadamente para un lugar tan sofisticado. —   Tranquila— toma mi mano y me da un beso sobre ella.   Bajamos del auto y continúo mirando la fachada del restaurante, abren la puerta y me sorprendo al ver que efectivamente el interior del restaurante es tan elegante como se ve por fuera. —   Deberíamos ir a otro lugar— le pido, pero él voltea a verme, coge mi mano firme y empieza a llevarme adentro del lugar. —   Buenas tardes, señor Moore— lo saluda el mesero que sale a recibirnos a la entrada. — Su lugar está preparado— nos hace una seña para que vayamos detrás de él.   Atravesamos el restaurante que está lleno de parejas enamoradas, alcancé a ver un montón de cajas con chocolates y flores sobre las mesas, cosa totalmente normal por la celebración de hoy. Estoy observando todo, hasta que me llama la atención que nos estamos dirigiendo a un puerta que pareciera la salida trasera del restaurante y no puedo evitar pensar en las puertas que lo mandan a uno a un callejón sucio, solitario y donde están los grandes contenedores de la basura.   El mesero que nos lleva abre la puerta y quedo gratamente sorprendida, pues no es un callejón sucio lo que veo, sino un jardín hermosamente arreglado, hay tan solo 3 mesas bien separadas entre ellas, algunos calefactores de pie que parecen faroles grandes, unos parasoles grandes sobre cada mesa, centros de mesa con flores diminutas de muchos colores, velas encendidas y luces decorando todo el lugar. —   Wow, ¿Qué es esto? — le pregunto encantada por lo que veo,   Cualquier rastro de incomodidad que tenía antes se esfumó por completo de mí ya que ahora sí me sentía vestida adecuadamente para el lugar en donde estaba. De hecho, todo parecía como bohemio y vintage. —   ¿Ves? Te dije que no te preocuparas — me mira fijo Chase. — Esto es un restaurante con un área especial que se utiliza solo para personas importantes… como tú — muerdo mi labio conteniendo una risa. —   Jajajaja ¿importante como yo? Deja de bromear — le digo subiendo una ceja. —   Bueno, la verdad es que el dueño es un muy buen amigo… de hecho soy socio, pero eso no quita que sean importante para mí— me guiña un ojo y siento como un calor sube a mi cara.   Tomamos asiento en una de las mesas y aunque el clima en esta época es muy frío y estamos al aire libre, admito que los calefactores hacen tan bien su trabajo que en ningún momento siente uno congelarse.   —   Pide lo que desees— me señala la carta —aunque debo decir que los mariscos acá con muy buenos y afrodiasíacos— dice esto con un tono coqueto que no sé si reír o calentarme. —   ¿Y para qué quieres algo afrodisíaco? — comento haciéndome la que no entiendo a qué se refiere. —   Tú y yo debemos acabar lo que comenzamos hace un rato en tu habitación — me contesta decidido. —   ¿No crees que en vez de pensar en hacer algo pendiente, deberías conocernos un poco más? — intento parecer sensata, aunque cada vez que lo veo me dan ganas de tenerlo encima mío. — A menos que solo sea sexo— suelto y veo como abre los ojos, pero ya no quería seguir con la incertidumbre. —   ¿Piensas que eso es lo que quiero? — contesta ofendido. —   Pienso que no sé qué es esto — nos señalo —y existe la posibilidad… la verdad no sé— levanto los hombros. —   Eres Mi San Valentín— me responde como si fuera obvio. —   No quiero que esta invitación sea porque te sientes obligado por haber despertado a mi lado esta mañana o porque nos conocimos en casa de unos amigos— le soy sincera. —   Nos conocimos antes… — me sube una ceja —y no es una invitación por obligación… no quiero solo sexo contigo, aunque admito que ha sido el mejor sexo que he tenido— muerdo mi labio al escuchar esas palabras —desde el momento que te vi en la barra del bar con ese vestido brillante tan sensual, llamaste mi atención por completo y aunque no dijimos una sola palabra, nuestros cuerpos sí lo hicieron. ¿O no crees lo mismo? — me pregunta y espera que le conteste. —   Ujum — carraspeo mi garganta y tomo un poco de agua. — Así no soy normalmente— contesto mirando a otro lado. —   ¿O es que eres tú la que quiere solo sexo? — volteó rápidamente mi cara para mirarlo fijo y espero que mis ojos le griten el “¡No!” que estoy pensando —porque si eso es lo que quieres, pues puedo hacerlo— se recuesta contra el espaldar de su asiento.   ¿Qué es lo que quiero? Me pregunto en mi mente y sé que hace dos días decía que quería sentirme sexy, llamar la atención, que me besaran y obviamente que también quería tener sexo, pues desde que terminé con Sam no lo había tenido más allá que con mi querido Tom, pero ahora que lo había conseguido algo me tenía intranquila y es que aunque este hombre despierte en mí una faceta que ni o misma conocía, no quiero que solo esa sea la finalidad… sexo ¿y nada más?... ¡No!, definitivamente no es lo que quiero. Lo quiero todo o mejor no quiero nada. Mis ojos se nublan de lágrimas contenidas y me siento estúpida por exponerme así frente a un desconocido.   —   ¡Mírame! — me pide Chase. — ¿Qué pasa? — parece un poco preocupado por verme así. No soy capaz de hablar porque sé que al abril la boca las lágrimas empezarán a caer. — ¿Quieres solo sexo? — me pregunta con voz suave y comprensiva. Yo niego y él sonríe.   Se levanta de su silla y viene caminando hasta donde estoy, me agacha y toma mi cara en sus manos —Yo tampoco quiero solo sexo… quiero conocerte y ver si se puede dar algo más entre los dos — me da un beso en la punta de la nariz y yo sonrío levemente. — Si debo esperar para tener sexo contigo y que te sientas segura de mis intenciones, pues esperaré — lo miro fijo. —   ¿Y si yo no quiero esperar? — le digo en un susurro un poco avergonzada. —Ya me queda claro que ambos queremos conocernos más y llegar a algo, pero no por eso debemos dejar de divertirnos — le digo con picardía. —   Perfecto — susurra contra mis labios y nos besamos.   Nuestro beso se ve interrumpido por el mesero que llega a tomar nuestra orden y que está incómodo por encontrarnos en esta situación, aunque para ser realistas creo que la misma escena la debe haber visto dentro del restaurante por lo menos diez veces, o ¿es que la gente ya no se besa en San Valentín?   La idea de pedir algo de mariscos llama mucho mi atención y no precisamente por lo afrodisíacos que dicen ser, sino porque me encantan y hace rato que no como. Por otro lado, me alegra haberle aprendido a mi mamá el ser precavida, de hecho, el refrán dice “mujer precavida, vale por dos” y siempre cargo cepillo y crema dental en mi bolso, porque andar dando besos de marisco no me llama para nada la atención.   La velada fue agradable, tanto así que se me olvidó por completo la celebración de hoy, me sentí como en un día cualquiera pasándola bien con el chico que te interesa y que se cuentan algunas cosas de su vida con el propósito de conocerse más y lograr a futuro algo más que una amistad, aunque nosotros nos saltamos ese pequeño paso.   Chase es un hombre joven, pero se nota que es entregado a su trabajo. Me contaba que sus padres son muy adinerados y tienen una multinacional de mensajería, cosa que me deja asombrada y encantada. Ahora entiendo de dónde se conoce con Jane y Natan, pues resulta que el novio de mi amiga trabaja en su empresa y él no solo es su jefe, sino uno de sus mejores amigos. Sé que es un veterano de guerra, pero sobre eso no me quiso contar gran cosa, solo que estuvo en eso varios años y al volver se hizo cargo de la empresa de sus padres.   Siempre he relacionado la frase “veterano de guerra” con exmilitares ya viejos que defendieron a su país en la guerra, pero realmente Chase de viejo no tiene nada, de hecho, tiene solo unos pocos años más que yo… no llega ni a los treinta Y YA ES VETERANO DE GUERRA.   Apenas salimos del restaurante, Chase iba a llamar al chofer para que nos viniera a recoger, pero le planteé la posibilidad de caminar un poco por la Quinta Avenida, estaba tan feliz con la buena compañía que ahora sí quería ver el ambiente de esta festividad y qué mejor sitio que el centro de New York. A él le pareció buena idea.   Además, había quedado llena con la cena y lo que menos quería era subirme en un carro… sentía que si me sentaba en cualquier momento el botón de mi pantalón saldría volando.   Vamos caminando y hablando tranquilos, mirando a la gente, riéndonos de algunos mensajes que vemos por la calle, hay hasta algunas vitrinas un poco más románticas o atrevidas decoradas. Cuando una moto para haciendo un ruido estruendoso y unos estallidos del tanque de gasolina nos ensordecen.   —   ¡Uuuush! — digo siguiendo con la mirada al conductor despreocupado. Le voy a hacer un comentario al respecto a Chase, pero cuando volteo a buscarlo no está a mi lado, así que empiezo a mirar en todas las direcciónes. —   ¿Chase? — lo llamo, pero sigo sin verlo.   Empiezo a caminar cerca de donde estábamos, cuando alcanzo a ver a una persona sentada en el suelo con las piernas abrazadas a su pecho y la cabeza escondida entre las rodillas… esa imagen me da angustia, me acerco suavemente y cuando noto que es Chase, se me hiela la sangre y corro a ver qué fue lo que le pasó.   —¿Chase? ¿Pasó algo? — le pregunto con voz suave y todo lentamente sus brazos. Veo que está agitado e intenta respirar bien para calmarse. —   No es nada — me responde con voz apagada. Estamos así por uno minutos, hasta que decido coger su teléfono y llamar al chofer para que nos recoja.   —   Sasha — dice en voz baja mientras estamos en el auto yendo a su casa. —   ¿Sasha? ¿Quién es Sasha? — pregunto seria. 
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