—Estas aquí. —dice el desconocido.
Viéndolo bajar del auto y saludarse ambos con un poco de sorpresa abrazándose, y recibiendo a su gran amigo el día de ayer.
Oliver creyó que volvería a la ciudad ese mismo día, pero no es así, se quedó en casa de su viejo amigo Bernardo, a terminar los asuntos de ver a un conocido suyo.
—Hola. Lo siento probablemente estoy ocupada, deja tu mensaje. Te llamo en cuanto se me ocurra.
Escucha la voz de Karina al ser el buzón de voz, ha intentado comunicarse con ella, pero para nada, solo lo envía al buzón a lo que ahora si decide dejar el mensaje.
—Amor lo siento, creí que solo sería un día, llámame debemos hablar, te amo.
Y solo cuelga, al estar algo pensativo.
—Aun no contesta tu novia.
—No, debe estar ocupada en el trabajo.
—Bueno vamos almorzar. —le dice Bernardo.
Su amigo es alguien alto de cabello algo largo, que siempre lo peina con una coleta o chongo, al ser su cabello castaño, ambos van al comedor de la casa, a almorzar de lo que ha preparado la mamá de su amigo.
—Piensas verlo hoy.
—Sí, debo ir a verlo, no puedo quedarme otro día, debo volver a la ciudad. —dice Oliver.
No podía perder un día más, es importante para él ver a Isaías, un antiguo amigo y socio que era de su padre, con quien debía hablar.
—Está bien, te llevare.
—Gracias Bernardo.
Los dos continúan almorzando un poco de tasajo, frijoles con chorizo, con un caliente café, servido todo en trastes de barro, muy tradicional en el pueblo de grana.
Oliver se encuentra pensando todavía en Karina, preguntándose porque ella aun no contesta el teléfono, aunque en cada minuto mira su celular, si acaso ha obtenido alguna respuesta o llamada perdida de ella, y no tiene respuesta alguna.
Terminaron de almorzar quedándose en casa por un rato, para después salir en el carro de Bernardo a ver a Isaías.
—Qué planeas decirle.
—Algunos asuntos relacionados con mi padre.
Bernardo solo asiente al estar manejando por un camino no pavimentado, y a su alrededor campos de sembradíos, deben llegar a una casa de dos pisos pintada de un color melón.
En eso Bernardo detiene el auto, al llegar y entrar a un campo grande, bajan de él, ven a un joven entrar a la casa corriendo, a lo que sale un hombre alto de cabello n***o con anteojos, pantalones teñidos, camisa y botas.
—Eres Oliver. —dice el hombre.
—Así es tío. —responde él porque, aunque no es su tío, se lo decía por respeto.
Se abrazan saludándose, también saluda a Bernardo.
—Creciste.
Oliver solo mueve la cabeza.
—Veo que continúas viviendo en grana.
—Sí, pero pasen.
—Lo siento, yo debo irme, tengo cosas que hacer.
—Está bien. —dice el hombre.
—Ya sabes, llámame cuando quieras que venga por ti.
—Sí, si claro.
Bernardo solo se fue y Oliver entro a la casa, donde fue recibido con gusto sentándose en la sala, donde les sirven una jarra de agua de limón.
—Hace días que vi a tu hermano Oscar.
—A sí, vino a grana.
—No, nos encontramos en Sonora.
—No lo sabía, hace mucho que no he visto a mi hermano.
—Pero dime como está tu padre.
—Tío no sé si lo sepas, pero me fui de casa y desde entonces no he sabido nada de mis papás.
—Entiendo.
—Y vine a verlo, porque necesito saber algo importante, que sé muy bien que usted debe saber.
El señor sentado a su sillón con su pierna cruzara, decide decir a Oliver.
—Vamos a caminar.
Oliver acepto, ellos dos salieron de la casa por la puerta trasera, iban caminando un camino de tierra y empedrado.
—Oliver, siento que no estemos en mi oficina, pero es mejor hablar a solas sin distracciones, porque sé de qué es lo que quieres hablar, solo debes entender que lo que te diré lo dejare a tu criterio, al ser que tu propio padre, tiene su propia versión.
—Lo sé, debe saber que soy neutral, sé que es difícil.
—Claro que, si te revelare nombres de personas que odian a tu padre, y todo lo que han intentado para matarlo, arruinarlo o dañar a ustedes, sus hijos, como a tu madre, porque ambos sabemos cómo se conocieron tus padres.
—Si tío, todo sucedió aquí, cuando mi madre era una joven de quince años y ellos se conocieron, en una de las grandes fiestas del pueblo.
—Exacto, él solo venia de paso, pero eso fue suficiente para quedar enamorado de tu mamá.
—Si. —le responde él.
Es como empieza a escuchar al señor Isaías, de todo lo que comienza a saber, siendo que algunos nombres de hombres que ya los conocía, que en un principio se asociaron a su padre, y que después se volvieron sus enemigos.
—Isaías, me estás diciendo que Oscar mi hermano, es socio de Esteban Román.
—Así es, no sé qué le haya prometido o que trato se traigan esos dos.
—Pero lo sabe mi papá.
—Lo sabe muy bien, pero como todo padre arrogante.
—Si lo sé, nunca quiso a mi hermano.
—Y solo se interesó en ti.
Oliver solo hace un gesto de que es cierto, a lo que Isaías le dice, sabían que su padre le tenía desprecio y poco amor hacia Oscar, aunque creyó que eso cambiaria, dándose cuenta que no es así, al tomar por igual la noticia de que su hermano este con el asesino que es Esteban Román.
—Es por lo que mi papá ya no estaba tan angustiando.
—Sí, cuando cumplieras la mayoría de edad, él te entregaría en bandeja de plata el negocio.
—Que bandeja de plata, toda manchada de sangre enviándome solo a mi propia muerte.
—Lo crees.
—Sí, él solo pensó en sí mismo, siendo que Esteban Román es el mismo demonio que quiere llevar, no solo a la ruina a mi familia, matarnos, esto es grande Isaías, porque en sus manos ya tiene a mi hermano.
Se quedaron un momento en silencio, pensando en todo lo hablado.
—Solo puedo decir, que deberías buscar a tu hermano y hacerlo cambiar de parecer.
—Lo sé, alejarlo de ese hombre. —dice Oliver.
Porque sabe que será difícil, al ser que lo conoce muy bien, al ser un terco de primera Oscar.
—Bueno, volvamos a casa.
—Si.
—Quédate a comer, yo te llevare a casa de Bernardo.
—Claro.
Ellos dos volvieron a la casa viniendo caminando por el mismo camino, hasta llegar a la casa, donde al igual ya los esperaban, al ser que uno de los hijos de Isaías, anuncio que ellos venían ya en camino.
Sentados a la mesa, recibidos por un delicioso aroma que toda la familia y el invitado disfrutaron, en ese mismo momento en que se encuentra comiendo, decide preguntar a Isaías sobre alguien que cree que sepa dónde encontrar, a lo que tiene a su lado al tío.
—Quería preguntarte, si quizás sabes dónde encontrar o saber sobre Catrina.
El hombre trago saliva, al tomar de su vaso de cristal antes de contestar:
—Se de quien hablas, pero no sé nada.
—En serio, creía que sabias algo.
Isaías solo negó, quiso calmarlo su esposa, al poner su mano sobre la espalda de su esposo, cuando Olive dice:
—Solo sé que se retiró.
—Sí, y es ahijada de Román. —dijo como un susurro.