Capitulo 3

1276 Words
Una semana antes del encuentro... Sara Cortés. Después de regresar de Montenegro los siguientes días fueron de una adaptación tremenda, entre que Ernesto y yo pasábamos todo el día juntos, nuestros caracteres a veces chocaban ya que su fuerte no era precisamente la paciencia, pero tratándose de mí, hacía su mejor esfuerzo y por eso lo amaba. Alguna vez le dije que no regresaría a trabajar a Industrias Cazares, eso fue antes de que nos comprometiéramos, pero al final termine accediendo, si iba a ser la futura señora Cazares pensaba que era correcto apoyar a mi futuro esposo en la empresa familiar que también de alguna manera pasaría algún día a ser de nuestros hijos, en un futuro lejano claro. Por el momento no deseábamos pequeños retoños en nuestra familia. Un día después de tener intimidad, comenzamos a platicar sobre la posibilidad de tener algún día hijos, pero llegamos en común acuerdo a que nos esperaríamos al menos unos tres años para tener el primero, queríamos disfrutar nuestra vida en pareja, viajar, vivir nuestra vida de dos. Ernesto deseaba con mucha pasión obtener el premio al empresario del año que su padre obtuvo en varias ocasiones durante su presidencia en Industrias Cazares, era algo así como un legado o tradición, el caso es que era muy importante para él obtener esa condecoración por eso es que pasaba tanto tiempo en la oficina. Por mi parte quería tener la experiencia suficiente para algún día poder ser gerente del departamento de producción o de máquina, me gustaba mucho todo lo relacionado con robots y estudiaba mucho también. Casi le rogué a Ernesto para que me asignara un puesto donde estuviera cerca del encargado de ese departamento, donde pudiera aprender lo suficiente, pero él insistía una y otra vez que fuera su asistente personal como antes, yo hacía pucheros para tratar de ablandar su corazón, pero siempre terminábamos teniendo sexo. Era nuestra rutina cuando discutíamos o discrepábamos en algo y era una de las mejores cosas de vivir juntos, que podíamos tener intimidad a la hora que se nos antojara. Ernesto siempre tenía ganas. Suelto una risita traviesa, consecuencia de los pensamientos en mi cabeza. Ernesto frunce el ceño mirándome con expresión seria. —Si sigues mirándome así no podré contenerme y te haré el amor aquí arriba del escritorio —su voz siempre es tan sensual que hace que la sangre se me suba hasta las mejillas de inmediato, erizando mi piel ante el pensamiento de que pudiéramos hacerlo en la oficina, sería una nueva experiencia para nosotros, pero no creía que él se atreviera, amaba tanto su oficina que a veces me sentía celosa. —Inténtalo —lo desafío mientras muerdo mi labio inferior de manera seductora y lo miro intensamente y por supuesto el me sostiene la mirada. Me sorprende el hecho de que no tuve que decírselo dos veces para que dejara lo que estaba haciendo, cerrara la laptop, se pusiera de pie y me levantara de la silla en brazos hasta sentarme arriba de la gran mesa de juntas donde los últimos días solíamos compartir oficina, él decía que era para pasar tiempo juntos, pero en realidad era sólo para verme porque se la pasaba trabajando todo el día, decía que mi presencia le producía paz. Su mirada lasciva me estremece por completo. -—Señorita Cortés, hoy experimentará una nueva experiencia que la hará sentir como si estuviera en el cielo, pero tan caliente como si estuvieras en el infierno —susurra en mu oído y yo suelto una risita. Me encanta que él se saque esas frases de repente, es como otra personalidad de él, que se mostraba sólo cuando estaba conmigo y eso me excitaba en demasía. Jalo de su corbata para atraer sus labios a los míos, ¡Por dios! Amaba sus besos, el sabor a menta de su aliento, la textura de sus labios, la manera en que introduce su lengua en mis adentros. Amaba a este hombre. Rodeo su cuello con mis brazos para atraerlo más a mí, mientras que él me toma de las caderas abriendo mis piernas en “v” para posicionarse en medio de ellas. —Te amo —susurra apenas a unos milímetros de mi boca, mirándome directo a los ojos. —Te amo más … —replico también para fundirnos nuevamente en besos apasionados. Justo cuando termino de desabrochar su cinturón y mi intención es desabotonar su pantalón, escuchamos el sonido del tocar de la puerta. Ernesto pone los ojos en blanco molesto. —Odio, que nos interrumpan cuando estamos en algo importante —su voz es grave, está igual de excitado que yo. Acaricio su mejilla con dulzura para calmarlo. —Podemos continuar después —digo mientras le doy un ligero, pero tierno beso. —Se me harán eternas las horas hasta llegar a casa —responde con una mueca de molestia, abrochándose de nuevo el pantalón y el cinto antes de ayudarme a bajar de la mesa con delicadeza, abrazarme y darme un beso en la frente. —¡Adelante! —exclama con voz autoritaria. Casi respingo de la impresión, conmigo siempre es muy tierno, pero cuando se trata de otras personas es muy demandante y seco. Una tímida Leyla entra a la oficina con un sobre en la mano. —Señor, acaba de llegar esta invitación es para Sara... digo la señorita Sara.... perdón... la señora Cortés —rio divertida al escucharla revolverse con mi nombre. —Dime Sara, Leyla, somos amigas —digo con una sonrisita mientras que Ernesto rueda los ojos. A él le molesta que los empleados tengan confianzas con nosotros, pero a mí, al contrario, me encanta que todos vean ese lado humano en nosotros, además de vernos como jefes, claro, y Leyla era mi amiga más que nada. Ella se ruboriza al escucharme. —Dame la invitación —ordena mi prometido. Leyla extiende su brazo con aquel sobre blanco. —Ya te puedes retirar, Leyla —dice Ernesto suavizando un poco la voz mientras mira intrigado el sobre en sus manos. Ernesto saca una pequeña opalina del sobre para ver qué es lo que dice. —Evento benéfico para la recaudación de fondos de la fundación “MIA” para víctimas de violencia — lee en voz alta. —La conferencia será impartida por la presidenta de la fundación Jeanne Jhonson, lugar, Hotel y Resort “Bustamante” en Rivera Maya. Nos quedamos en silencio contemplando la invitación unos minutos. —Si lo deseas, puedes ir amor, te hará bien conocer otras mujeres empresarias —dice recargándose en la mesa, el punto es que yo no soy empresaria. —Me invitan sólo porque soy la futura señora Cazares —digo con falsa molestia. —Lo dices como si fuera una maldición —ahora es el quien finge molestia. Me recargo sobre su pecho mientras él me rodea la cintura con uno de sus brazos. —Para nada, ser tu futura esposa tiene muchos beneficios en verdad, pero también muchas responsabilidades, aquí está la prueba de ello —señalo el sobre mientras mi voz se escucha algo decepcionada. Esa parte que ahora sería mi vida no la había contemplado, entre ellos, asistir a eventos tan importantes como esta sólo por ser la esposa de un magnate. —Lo harás bien —murmura besándome nuevamente. —Mmm... aún no decido si ir o no —susurro por encima de su boca mientras voy dejando más besos cortos. —Creo que lo pensaré. Algo me dice que terminare yendo a ese hotel, y que lo que me espera allí será una experiencia increíble. Escritora Luna: Nancy Rdz          
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