La cuestión, sin lugar a dudas, era seria. Por otra parte Spanna me había avisado: a aquella mujer, de apariencia angelical, le faltaba un tornillo. «Per… perdone… yo… yo no… no es mío… no se cómo… en fin…» farfulló. «Esté tranquila» dije con tono tranquilo mientras recuperaba el cuchillo devolviéndoselo por la empuñadura. «De todas formas, le desaconsejo pasear con una cosa semejante en el bolso. En ocasiones podría crear problemas.» Había sido aposta enigmático, pero era la mayor diplomacia que podía utilizar. «Ahora, señora, dígame el motivo de su necesidad de asistencia legal.» Ella apoyó en el suelo la bolsa con su extraño contenido y se recompuso. «En fin, soy víctima de una situación particular. Por parte de mi compañero. Es una cosa que viene ocurriendo desde hace tiempo. Sí