Tal vez es que mi vida de casado era muy aburrida, o quizás es que Ainara es como un huracán que sabes que va a llegar y por más que te prepares lo mejor que puedes, arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Me veo aquí en la oficina que tiene en su casa trabajando y solo pienso en lo que paso hace algunas horas. Empiezo a creer que yo era el típico hombre aburrido que con tal de no llegar tarde a la oficina, salía corriendo de la casa y no hacia este tipo de cosas que hice con ella. —Gonzalo, ¿me escuchas?— Oigo su voz de repente y pasa su mano delante de mí como para llamarme. —Eh… si, si, perdón… ¿Qué necesitas?— Cuestiono volviendo a la realidad y me sonríe. —Te iba a preguntar que opinabas de estas plantas alrededor del edificio, pero ahora te voy a preguntar en que pensabas—Di