Durante varias semanas para Oriana fue mera rutina asistir a las clases particulares de Mariela. Ya no lo veía así. Estar junto a su profesora le generaba una maraña de emociones contradictorias que no sabía cómo procesar. La culpa (por haber invadido su privacidad) era la que más le molestaba. ―¿Estás bien Oriana? ―Preguntó Mariela―. Te noto un poco tensa. ―Sí, sí… estoy bien. ―¿Segura? Emm… ¿no querés ponerte un poquito más cómoda? Acordate que a mí no me molesta. No es día para llevar tanto abrigo. En eso tenía razón, Oriana se había puesto un buzo n***o y una camiseta mangas largas. Quizás estuviera bien para cuando le tocara regresar a su casa, pero en ese mismo momento, dentro de la casa de Mariela, debía hacer unos veinticinco grados. ―Bueno, sí… puede ser. Oriana se quitó el