—Ella es Elia, la esposa de Raymond —me presenta el señor Patel con el hombre que acaba de bajar las escaleras —. Por favor, Alonzo, no la intimides.
—Me extraña, abuelo —él se acerca, se pone frente a mí, y me extiende su mano —. Alonzo Santella, nieto de este viejo zorro.
—Es un gusto conocerte, Alonzo —le recibo la mano, sin esperar que él se iba a inclinar y besarme el dorso. Plantó sus labios en mi piel, y los apretó mojándome con su humedad. Luego se puso erguido, soltó mi mano, y me mostró una sonrisa.
—Yo también me quedaré aquí con el abuelo unos días —comenta, mostrándose ansioso —¿Por cuánto tiempo estarás aquí?.
—Aún no lo sé —respondo.
—Entonces...¿Quieres que te muestre los alrededores?.
—Alonzo —advierte su abuelo, dándole una mirada seria —. Elia debe de estar c
