El reloj marcaba la una con treinta minutos de la madrugada. Un equipo de ocho agentes del centro de justicia antisecuestros había arribado muy cerca de la mansión Marvilia. Habían descendido de los vehículos e iban caminando equipados con armamento. Cuando llegaron a la mansión empujaron la puerta, sigilosamente, revisaron la primera planta con las lámparas, aluzando la terrible oscuridad. La mansión en decadencia solo tenía muebles polvorientos y rotos, algunos animales muertos y los pisos de madera estaban por romperse. Subieron con cuidado a la planta alta, y dieron con una puerta corrediza muy desgastada, al entrar a ese salón no encontraron algo distinto que lo que habían visto antes, caminaron por un pasillo, la mitad de los agentes fueron hasta el fondo, encontrando una habita