CAPÍTULO QUINCE Los que estaban en su buque insignia se agarraban a todo lo que encontraban mientras embestían la galera del enemigo, mientras Irrien permanecía impasible en su trono. No permitiría que los demás lo vieran agarrándose al mástil como un debilucho. Él era fuerte y, en unos instantes, sería vencedor. Tuvo un momento para disfrutar del modo en el que había atraído a su enemigo. Este rival había sido astuto, acechando por los bordes de su flota del modo en que los lobos perseguían los bordes de un rebaño. Sin embargo, había olvidado que Irrien no era un ciervo o un rebaño a abatir. Era un luchador, muy acostumbrado a esas tácticas. El pueblo del polvo había luchado de ese modo durante años. Irrien había sido paciente. Había dejado que la confianza de su enemigo creciera. Y de