CAPÍTULO 34 | LA ESPOSA I

1711 Words
Toda la línea de eventos malos que había vivido en el último año y medio se relacionaba directamente con esa estúpida y su maldita obsesión con él, solo basto que supiese el apellido del médico para comprender de lo que se trataba aquello, todo estaba planeado, todo había sido delicadamente medido para llevarlo al borde del colapso y de esa forma jugar con los puntos ciegos de su paciencia, pero lo que no esperaron fue que todos sus planes terminaran yendo por la borda. El médico que había simulado atender a su esposa era el tío de Katerina, el único familiar vivo que le quedaba y después de que el hombre se enteró de la muerte de su hermano y que posiblemente su posición como director del hospital pendiera de un hilo decidió ayudar a su sobrina en su plan. Desde la mansión ese era el primer centro se prestación de servicios de salud, por lo que asumieron que allí llevarían a la Regina, posteriormente solo quedaba que él le suministrara una dosis más alta y concentrada de veneno y acabarían con su vida, pero nunca tuvo la oportunidad de hacerlo, porque jamás lo dejaron a solas con ella. Pese a que Alexei se fue y la dejo por unos minutos, sus guardias no se despegaban de ella y mucho menos su hermana y tía política, no le permitieron completar su tarea, por lo que luego que ellos salieran del hospital, él se fue de inmediato a su casa, recogió sus cosas y salió huyendo de la ciudad con la esperanza de haber sido lo suficientemente discreto como para que sus pasos no fueran seguidos, pero lastimosamente no contaba con que el Capo tenia a sus disposición buenos sabuesos que eran capases de rastreas hasta a las ratas que se encontraban fuera de su país. La desesperación del señor era tanta que incluso insinuó que él mismo iría hasta Turquía, no comprendía cual era la obsesión que tenía Katerina con matar a Montserrat, aunque lo lograra, eso no le aseguraría que seria su esposa, pero la realidad era que él Capo al igual que los demás ignoraban que la muerte de la mayor de las italianas no era más que una simple distracción, una forma de debilitar y poner a todos débiles y dar el golpe que el realidad Reyjan, quien aún se mantiene en las sombras deseaba dar. La turca ya había visto como funciona la Famiglia y el amor que sentían el uno por el otro, por lo que no dudo ni un segundo en poder como su primer objetivo a la abeja reina de todos, Montserrat, ella no solo era la Regina por dirigir los negocios legales e ilegales, lo era porque la veneraban y era vista como el pilar que los mantiene unidos a todos, ella es inteligente, sagas, una líder nata que mantenía a todos protegidos baja un domo impenetrable que incluso se había extendido hasta su prima y que seguía manteniéndolo aun después de su boda. Esquivar a los guardias rusos era imposible, eran impenetrables, pero, aunque era casi igual adentrarse en la mansión italiana, era más sencillo cuando solo tenía que mover los hilos como un titiritero y dejar que sus títeres hicieran el trabajo sucio. - No me agrada lo que esta sucediendo, me dijiste que cuando el cuerpo de esa mujer reaccionara al veneno seria demasiado tarde como para hacer algo por su salud, pero según lo último que reporto mi tío, la desgraciada aun tiene posibilidades de salvarse, dime ¿Acaso me has engañado? La prominente mujer, de curvas grandes y toscas, con ese cabello rebelde color n***o azabache la miro de forma irritada e hizo que comprendiera con su mirada miel que no le estaba agradando lo que decía, si bien en sus planes no se mantenía estrechamente relacionada con alguien, o consideraba a alguno de sus aliados como indispensables, la turca veía a Katerina como su reflejo, una mujer que fue criada para ser poseída y mantenerse subyugada a un hombre que nunca la iba amar, por eso la toleraba, porque veía en la rusa lo que ella misma era. - Tranquila, en mis planes aun no esta el matarte o a tu tío por lo que debes estar confiada, si quisiera deshacerme de ti ya lo hubiese hecho ¿NO crees? Se acerco mucho al rostro de Katerina y vio como el pecho de esa rusa bajaba y subía con algo de desesperación, tenía miedo – No tengas miedo, créeme no esperaba que esa italiana fuese tan fuerte y ahora que salió de nuestro radar no te sorprenda que viva y que tus deseos de ser Zarina no se realicen. La rusa se levantó rápidamente del sillon con un claro tono de ira. - Tú me prometiste que… - Que te ayudaría a tener el camino libre, pero seducir al Capo era tu tarea, no prendías que yo me metiera a la cama con él para ayudarte a que te amara, tu fuiste la que no supo como amarrarlo tuviste todo un año y en ese tiempo no hiciste más que llorar y arrastrarte como una estúpida en vez de darle lo que deseaba, una mujer fuerte e imponente, aunque fuese fingido, pero debías darle lo que deseaba. Aunque había dejado de alguna forma su religión, aun utilizaba su hijap y seguía los preceptos de que los hombres debían ser complacidos y atendidos para de esa forma la mujer conquistarlos y ser una bueno ama de casa, seguía con la creencia que ser sumisa de alguna forma les daría lo que necesitaban, solo que esas mujeres occidentales que se presentaron con sus cuerpos desnudos y juegos sexuales perversos los hipnotizaron al punto de alejarlos de ellas, pero era solo eso, una magia que los tenia atrapados y era su responsabilidad como las verdaderas señoras desatarlos y regresarlos a casa. Reyjan nunca había aceptado su divorcio y claramente no lo haría, seguía presentándose como la Kraliçe, y exigiendo respeto como si fuese la esposa del Capo, esto solo lo hacia en barrios bajos y mercados de baja calaña en los que Serkan tenía acceso y poder, pero nunca estaría personalmente en ellos, y él no era un hombre de dejarse llevar por rumores. Ambas permanecían escondidas en Manisa, la ciudad de los príncipes, específicamente en el mercado de víveres al sur de la ciudad en una zona pobre y de poco acceso para la policía de la ciudad, allí gobernaba a quien ella aun llamaba esposo, todo lo que allí se vendía era de contrabando uno que claramente le pertenecía a Serkan y eran sus distribuidores y guardias quienes se encargaban de esos negocios, sus finos zapatos jamás pisarían un lodasal tan repugnante como ese, o eso era lo que ella imaginaba. Desde la noche anterior el Kral recibió una llamada de Alexi en la que le indicaba que en su territorio estaba la mujer culpable de la delicada situación de salud de su ahora prima, tan solo de escucharlo, puso a su disposición todo su poder para encontrarla y llevarla de regreso a Rusia y que allí fuese castigada como era debido por la infamia que había cometido, pero su esposa, Alexandra, le había pedido que dejara a la mujer con ella solo un día, quería con mano propia postrarle lo que pasaba cuando se tocaba la sangre de un italiano y justo así lo concedió su esposo. Y fue justo allí cuando él turco comenzó a prestarle atención a los rumores que decían que su esposa siempre estaba en los mercados de baja procedencia, y que últimamente estaba acompañada de una mujer muy blanca y de rubios cabellos que no hablaba su idioma, si él no conociera a su esposa, y si no tuviese la seguridad que tiene podría poner en tela de juicio el actuar de Alex, pero ella no saldría sin decirle y mucho menos acompañada de una mujer que por la descripción perfectamente podría ser Fiorella, salvo que la que le decían tenia los ojos verdes y no grises como la Principessa de la Famiglia, pero solo por constatar y ver quien osaba utilizar el nombre de su esposa para resguardarse en las amuralladas pareces de Manisa, mando a algunos de sus hombres a que se deshicieran de la mujer turca y trajeran ante él a la extranjera, solo que no se imaginaba lo que sus guardias encontrarían. Solo ocho horas después de haber abandonado la casa, los guardias de la seguridad privada del Kral regresaron no con una sino con dos mujeres, dos que fueron arrojadas a los pies d ellos señores en el jardín trasero de la enorme e imponente mansión de tes antigua y fuerte como los pilares de la familia del Capo, al quitar la primera capucha el rostro de la mujer se hizo desconocido tanto para Serkan como para Alexandra, pero al descubrir el rostro de la segunda las fosas nasales del Capo se abrieron ampliamente y apretó con mucho fuerza la mano que no sujetaba la de su esposa, su ira era notoria, una que la Kraliçe no comprendía, pero los guardias si, de inmediato Serkan supo quién era la mujer que estaba diciendo ser su esposa. - No entiendo cuál es tu fascinación por poder a prueba mi paciencia. La mano que tenia suelta la paso con un poco de desesperación por su cabeza, peor rápidamente sintió como la mano de su esposa se posaba en su mejilla y lo hacia mirarla para que se clamara, Reyjan casi lata sobre ellos, a ella jamás le permitió tocarlo ni por un segundo, mientras que aquella italiana no tenia limites y la miraba mostrando la viva imagen de la devoción, el Capo respiro – Lo siento, no quise que te asustaras con mis gritos. Dijo mirando fijamente a su esposa, quien solo asintió y sonrió. - Se que tienes una razón para estar de esta forma. Volteo para mirar a las mujeres – Supongo que son ellas el motivo de que te descolocaras, ¿Quiénes son ellas? - De hecho, amor mio, admito que esta mujer. Señalo a Katerina – No la conozco, sin embargo, ella. Miro a Reyjan – Ella es… - Ben onun karısıyım (Soy su esposa).
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