CAPÍTULO 24 | OJOS INQUIETOS

1663 Words
- No quiero que te preocupes por nada, sí, lo importante es que estamos juntos y en pocas horas serás oficialmente la señora de esta casa y la Zarina de los Zakone. Él le dio un beso en la frente e intento irse, pero ella lo detuvo. Montserrat aun no lo comprendía, pero había una parte de él que no deseaba que conociera, que deseaba a toda costa mantener oculto para ella y para sus hijos. Aunque Montserrat pertenecía a su mundo no estaba acostumbrada a ver el tipo de cosas que él solía hacer, sí, ella veía como Ozan despellejaba, pero en su casa quien lo hacia era él, no había nadie que tortura, él mismo dictaba las sentencias y las ejecutaba, así era como le gustaba. La Regina no lo dejo salir de la habitación, lo tomo por la mano eh hizo que fuese nuevamente hasta ella, gracias a la plataforma en la que estaba y a sus tacones logro quedar a la misma altura que él, lo miro a los ojos y lo hizo ver que ella deseaba con todas sus ansias que se los dijera. - Montse por favor. - Ale, seré tu esposa en unas horas y no quiero que tengamos secretos, tu sabes todo lo que sucedió cuando no estabas, yo quiero que me lo digas todo por favor. Él la miro con algo de desespero, nunca había tenido que dar explicaciones, pero esos ojos de ella que usaba para irradiar odio y ternura lo derretían. - Está bien, solo que hay partes de mi que no quiero que conozcas, que no quiero que veas por favor, eres mi Regina… Ella lo interrumpió. - Sí, lo soy, pero también soy un Capo, he matado, torturado y desterrado a todos los que han atentado en contra de lo que deseo o en contra de mi familia, sabes que yo no conozco los límites, no sé lo que es eso, lo mejor de casarme contigo es saber que siempre me comprenderás, así como yo lo haré. Pego su frente con la de él – Se que hay muchos que te ven y comparan con tus lobos, pero para mi eres mi esposo, el padre de mis hijos, un hombre tierno que me ha demostrado lo que le importo, así que lo que sea que hayas hecho no hará que lo que creo de ti cambie. Luego de aquello y de un beso de amor puro, le conto todo lo que había pasado y los descontroles por los que había pasado, en definitiva el dolor de la perdida lo reflejaban de formas muy distintas, ella lo hizo con llanto y encerrándose, y él, bueno decidió matar y declararle la guerra al consejo para luego demostrarles que ninguno de ellos era nada sin él y sin su protección y valla que lo logro, porque ahora el respeto y dominio absoluto era de él y de nadie más, nadie lo reprochaba y quien lo intentaba tan solo bastaba con que Andrew les recordara lo que había sucedido en los meses pasados para que todos desistieran de la ides de ir en contra del Cep. Alexei no era un hombre que se pudiese desafiar, y eso fue algo que su consejo supo al momento en el que le cuestionaron su rompimiento con la Regina, no porque les agradara, sino porque, había dejado a un lado a quien ellos consideraban una buena mujer, una que pertenecía a su cultura y que si merecía ser llamada por ellos la Zarina, el gran problema era que él no lo consideraba de esa forma, que no le agradaba para nada lo que estaba que le estuviesen diciendo lo que debía y no debía hacer por eso más de la mitad de ellos tuvo que ser reemplazados de manera temprana por sus herederos, los viejo fueron sometidos a una crueldad de la que ningún Capo había sido capaz antes, pero eso le dejo marcado un precedente, meterse con alguien como él no era una buena idea, sobre todo si se centraba con la paciencia agotada. Los miembros del consejo ahora respetaban sus decisiones, opinaban como les correspondía, pero no se atrevían a juzgar o a minimizar lo que él decidía, el poder era centralizado y lo habían entendido de la peor de las formas. Al salir al comedor se encontraron con que muchos de los integrantes del consejo se encontraban en la casa, San Petersburgo, Kazán, Nizhni Nóvgorod y Ekaterimburgo, las ciudades más importantes de Rusia ya se encontraban en la casa, el poder e importancia de esos en su mayoría ancianos era grande, pero incomparable con el del Capo. Ellos estaban al pie de las escaleras cuando los Capos bajaban, todos hicieron reverencias, esas eran las ciudades principales, de esas solo dos permanecían con sus lideres vivos, San Petersburgo, que nunca se revelo contra él y Ekaterimburgo, este último lo intento, pero al tener un puerto de importancia el Capo militarizo la ciudad sin darles oportunidad de hacer algo. - Mi señor, es bueno saber que Alá lo ha mantenido con salud y fortaleza, no sabe el regocijo que me da saber que el apellido Petrova ahora tiene a sus herederos y a su Zarina. Arsenio Ivanova, era el líder de la ciudad principal, San Petersburgo, un hombre ya entrado en años que era muy inteligente como irse en contra de un joven que tenia el matar como un hobby, todos los demás imitaron su actuar y se inclinaron ante ellos, ninguno miro a los ojos a Montserrat, estaba prohibido que se le mirara, ella era la mujer del señor y quien se atreviera a mirarla más de lo estrictamente permitido perdería los ojos. - Me alegra saber que están aquí, mi casa es suya ustedes sabes que estas paredes y puertas siempre están abiertas y dispuestas para recibirlos. Tomo la mano de la Regina y la apego más a él – Ella es Montserrat Angelucci DI Lombardi, en unas horas mi esposa, y la Zarina de todos los Zakone, espero que comprendan que el respeto que me tienen es el mismo que espero hacia ella. Solo asintieron, sintió el odio de todos ellos, la detestaban, pero estaba tan acostumbrada a eso que no le molesto en lo mas mínimo, sabia que no les agradaría nunca, después de todo ella no era la mujer que ellos deseaban que fuese la esposa del Capo, pero no tenia tiempo para eso, debía prepararse para el primer ritual, luego de eso podría continuar con sus actividades y recibiendo los invitados, ella continuo su camino con el ama de llaves y dejo a su esposo al pie de las escaleras con esos hombres. Para el beso del lobo ella debía ser bañada en leche de cabra, solo así se consideraba que estaría completamente limpia para que el olfato de los animales no se confundiera con nada y pudiesen olerla con claridad. Montserrat fue sumergida en una bañera llena del liquido blanco para luego ser restregada con suavidad con esponjas por las mucamas, nunca la habían bañado, pero esa era una de las muchas cosas a las que debía acostumbrarse. Los rusos mantenían muchas de las tradiciones de los Otomanos, la influencia que tenían en su cultura era inmensa, pero sobre todo en la familia Petrova, ellos habían emigrado desde Turquía y se rumoraba que eran descendientes de Hurrem, una esclava rusa que llego hacer la esposa del sultán y que le dio una dinastía, de la que se presumía venían los Petrova, habían con el tiempo dejado su apellido en el pasado y adaptándose a los que los esposos de las mujeres iban dándoles hasta que llegaron a Rusia hacía mas de 7 siglos y se habían establecido, ahora eran los amos y señores de todo el país y de controlaban los negocios de las armas y de las drogas en las mitad de Europa y gran parte de Asia, teniendo influencia en los negocios de los Estados Unidos, no habían perdido el tiempo. El baño de la Regina fue relajante y estresante, fue envuelta en una fina y gruesa bata de baño para ser llevada hasta la habitación, el cuarto de los rituales estaba en la planta baja y su recamara en la segunda, por lo que las mucamas se encargaron de comunicar que la Zarina iba a salir para que no hubiese hombres por ninguna parte, pero siempre habría quien estuviese dispuesto a retar al Capo y en este caso fue Milkail Bruaskelider, no salió de la Mansión tampoco tenia la cabeza abajo cuando ella salió, por ello las mucamas casi la rodearon para evitar que la viera, la tela era gruesa, no se veía nada de su cuerpo, pero esa no era un facha para que otro hombre que no fuese su esposo la viera, eran muy reservados, por los que la señora fue llevada nuevamente dentro del cuarto y no comprendía nada de lo que estaba sucediendo. - Lo siento mi señora hay un hombre en la sala, de inmediato se retirará para que usted pueda regresar a su habitación. Montserrat solo asintió y vio como le abrían la puerta para que ella saliera, pero cuando estaba por subir las escaleras sintió como unos ojos la estaban quemando, Milkail, solo se había ocultado, pero Andrew lo vio, eso no era algo bueno, el Capo sabría aquello. La regina no pudo contenerse y miro a donde el hombre se encontraba parado, sus miradas se cruzaron, continuo con su camino, no iba a dejar que nadie arruinara la tranquilidad que debía tener, pero no sabia que luego de su boda las cosas en Rusia se mancharían de rojo. La reunión del estudio fue interrumpida por el guardia principal, quien se acercó al oído de su señor y le susurro algo que lo descoloco, la casi sonrisa que tenía ANTES fue reemplazada por una expresión de ira, aquello no era bueno, alguien iba a morir de eso no había duda.
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