CAPÍTULO OCHO Su motivación para atrapar al asesino por su cuenta disminuyó rápidamente, tras la falta de respuestas y las horas que pasó en comisaría, que le parecieron toda una pérdida de tiempo. Estaba sentada en un pequeño despacho libre que le había ofrecido Rodríguez mientras llegaban las nimias novedades. La primera de ellas era que, en menos de tres horas, todos y cada uno de los cómplices de Mike Nell habían confirmado su coartada. Ahora tenían pruebas de varias fuentes de que Nell no había estado en las cercanías de la mansión de los Kurtz la noche de los asesinatos. No obstante, durante esas mismas tres horas, la policía de Miami había localizado dos libras de heroína escondidas en un pequeño compartimento secreto de su camioneta. Unas cuantas llamadas habían servido para comp