Quizás el rasgo de mi personalidad que más me define en la obstinación, seguido del orgullo, porque a pesar de lo que había descubierto recientemente, no podía aceptar de buenas a primeras estar tan perdido por esa rubia. Luego de estar a solas, de tener una especie de crisis existencial, de renegar, maldecir y volver a aceptarlo, decidí que lo tomaría con más calma. Las palabras de la chica pelirroja volvieron a mi mente e hice una mueca, porque la única persona que conocía, ni siquiera toleraba a Hillary. “Eso ni siquiera importa”, me reproché a mí mismo, no sabiendo a quién más recurrir, que al ‘gemelo malvado’ de la rubia. Él me miró con extrañeza al encontrarnos, como si de pronto fuera un adivino y supiera todo lo que me pasaba. Lo había citado a tomar un café y aunque me había