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2122 Words
Hillary Pensé que Marcus se apartaría y me reñiría por haberlo besado, pero no… estaba equivocada. ¡Me correspondió el beso! ¡Él me correspondió! Me sentía prácticamente en las nubes. ¡Había soñado tanto con un beso suyo! ¡Tantas noches añorando sentir sus labios, cálidos, dulces, suaves! Me dejé llevar por completo y solté un jadeo contra su boca, sobre todo cuando sentí su mano recorrer mi cintura, trazando un camino cálido que me hacía estremecer por completo. Si esto era el cielo… no quería volver a la tierra jamás. Pero mi suerte no era tanta, ya que sentimos unos toques en la ventana que nos hizo separarnos cual si fuéramos resortes, rompiendo la magia del momento. Por supuesto, gruñí cual perro rabioso y no fui la única, porque a ese ser tan inoportuno, se le ocurriera aparecer por aquí justo ahora. — Maldición. — Arreglé mi blusa, sintiendo mis mejillas algo calientes, aunque no era lo único que estaba en esa condición. Marcus abrió la ventanilla y asesinó al Valet Parking con la mirada. — ¿Sí? El chico carraspeó, dirigiéndome una mirada de interés, que se apagó de inmediato al sacarle mi dedo del medio, bufando sonoramente. — Disculpen, pero están en un espacio público y en frente de un ambiente familiar… — comenzó diciendo, algo cohibido de nuestra reacción. — ¿Acaso hacemos algo indebido? — soltó Marcus con voz helada. —. ¿O es que acaso insinúa que estamos violando alguna ley? — No, él sólo vino a curiosear y por lo visto, se ha emocionado demasiado, lo que me hace pensar que no ha tenido sexo en mucho tiempo — señalé su entrepierna, soltando un bufido de irritación. — Tal vez si dejaras de verme el escote, podrías calmar a tu mascota, pervertido. El chico se sonrojó y luego de murmurar algo así como "ustedes son los pervertidos", se fue rápidamente, con la cabeza gacha. — Es obvio que sabes cómo poner a un puberto en su sitio — Marcus se veía algo divertido, aunque pronto se puso serio. — Debemos irnos ya, no queremos llamar demasiado la atención, aunque con ese atuendo, es obvio que será misión imposible. Miré mi ropa con el ceño fruncido, preguntándome qué estaba mal. ¿Por qué Marcus me había besado y tocado de esa manera? Se veía serio y más frío que el culo de un oso polar, pero sus besos y caricias habían subido la temperatura de mi cuerpo en un dos por tres. ¡Y es que lo deseaba tanto! Tenía mucho tiempo sin que me pasara, a pesar de que siempre estaba de fiesta, conociendo chicos… no me acostaba con ellos como muchos de mi edad hacían. Sí, coqueteaba con muchos a diario y eso no me convertía en una fácil, ¿o sí? Quizás Marcus pensaba eso de mí, justo ahora se veía mortalmente serio, cuando antes, sus manos estaban en la pretina de mi falda, tratando de tocar más allá. — ¿Ocurre algo? — pregunté, hastiada del mutismo que se había instalado entre nosotros. — Nada —sentenció serio, sin siquiera voltear a verme. ¡Deseaba tanto saber lo que pasaba por su mente! Leilah me había dicho muchas veces que Marcus era difícil, que incluso Gael su primo pelirrojo de Canadá, había conseguido una novia. ¿Y Marcus? Bien, quizás su idea era meterse al celibato o quedarse a vestir santos. "¿Marcus tuvo alguna novia que le haya roto el corazón?", le pregunté a Leilah una vez, curiosa por saber a qué se debía esa actitud de cubo de hielo. "Marcus tuvo una novia hace mucho, pero no le gusta hablar de eso y que yo sepa, no le rompió el corazón", fue su respuesta. Según ella y su abuela, Marcus no siempre fue dado a las emociones, no desde que sus padres murieron cuando era apenas un adolescente. Aunque mi amiga había dicho que la hermana de éste, era totalmente opuesta y por eso, tenía la curiosidad de conocerla. Quizás ella podría explicarme por qué su hermano era de esa manera… o quizás, podría decidir coquetear con el nuevo Profesor de anatomía, que estaba más bueno que comer pan con las manos. — Te has quedado muy callada — puntualiza Marcus, como si la idea le resultara inverosímil. — ¿Pasó algo? Pasó que estaba pensando en el Profesor Roberts y en la clase a la que había asistido sólo para ver lo sexy que es, pero no parecía interesado en mí… o en ninguna alumna. "Demonios, Marcus tiene que caer ante mí, sí o sí", pensé de mal humor, haciendo un mohín. — Estaba pensando… — fruncí el ceño, al ver que mis palabras le habían causado gracia. — ¿Qué? ¿Acaso es muy difícil que una rubia como yo piense? — Yo no dije nada — se encogió de hombros, nuevamente serio. — Pero lo pensaste — entrecerré los ojos con sospecha, por lo que soltó un sonoro bufido. — ¿Ahora resulta que lees mentes? — alzó una ceja, circunspecto. —No, pero sé bien lo que piensas de mí, Marcus — hice una mueca con la boca, sorprendiéndome de inmediato cuando se acercó demasiado, como si fuera a besarme. — ¿Q-Qué haces? — Mph, pensé que querías besarme de nuevo. — mojó sus sensuales labios con la lengua y estuve a punto de sufrir un síncope de calor. — ¿O es que no quie…? No lo dejé terminar, me lancé a sus labios, amasando lentamente, mientras cerraba los ojos y me dejaba llevar nuevamente por su cálido aliento y sus caricias en mi cintura. ¡Le gusto! ¡Definitivamente le gusto a Marcus Stewart! ¿Cubito de hielo? ¡Já! Este chico de aquí, estaba a 100 grados celsius, amenazando con calcinar mi carne hasta llegar hasta mis huesos. Se detuvo, antes de que comenzara a sacarle la camisa, dejándome con la respiración acelerada y los latidos de mi corazón al mil por ciento. Necesitaba echarme aire, así que lo hice con la mano, mientras él salía del auto, dejándome algo descolocada. — Hemos llegado, Hillary — anunció y asentí, consciente en alguna parte de mi mente, que me había llamado por mi nombre correcto. — ¿Qué esperas para salir? ¿Acaso quieres que te dé la mano? — Eso espero que hagas, sí — hablé de manera titubeante, sin atreverme a confesar que sus besos me habían trastornado. — ¿Puedes sacar tu lado caballeresco hoy? Le diré a Leilah que te comportaste como todo un príncipe. El pelinegro bufó y me atravesó con sus hermosos ojos azules color hielo. Mordí mi labio cuando me hizo caso y extendió su mano, casi de mala gana. Estuve a punto de chillar como adolescente frente a una artista, pero me contuve. Sólo esperaba no enamorarme demasiado, de seguro Marcus buscaría la manera de romperme el corazón y diablos, eso era algo que me dolería como los mil demonios. Llegamos al restaurante y me colgué de su brazo, notando de inmediato que se ponía tenso por ese simple hecho. Pero traté de sonreír al llegar a la entrada, donde descubrí con satisfacción, que había reservado con antelación. Menos mal me había vestido de manera más o menos elegante, así no desentonaba demasiado, aunque supe rápidamente que mi atuendo causaba más que impacto entre los presentes, cosa que irritó al pelinegro a mi lado. — Qué bien, todos nos miran — hizo una mueca y la verdad, no entendía la razón. — ¿Es así a donde sea que vas? ¿Como si fueras una atracción pública? Hice una mueca por sus palabras. — Por lo general, sí — admití, algo incómoda por su mirada glacial. — Pero esta noche, sólo… — me detuve. — ¿Sólo? — cuestionó, alzando una ceja. — Sólo… quería estar bonita para ti — confesé, con las mejillas arreboladas, sintiéndome tímida de pronto. Era algo que solamente me pasaba con él. Alcé la cabeza y lo vi mirarme casi con molestia, cosa que me descolocó un poco. ¿Por qué me había besado entonces la segunda vez, si iba a ponerse de esta manera al serle sincera con lo que sentía? — Malgastas tu tiempo conmigo, rubia — espetó de pronto, dejándome descolocada. — No soy para ti, eso debes entenderlo. No sabía qué decir, pero no me gustaba para nada la pequeña punzada que estaba sintiendo en mi pecho. ¡Demonios, Marcus, vas a volverme loca! — Quién te entiende, Stewart — refunfuñé, antes de ver con sorpresa al mesero que caminaba hacia nosotros, seguramente para tomar nuestra orden. "No puede ser, yo conozco a este idiota", bufé, ganándome una mirada curiosa de parte de Marcus. ¿Por qué de todos los malditos restaurantes de la zona, tenía que encontrarme precisamente en este, al maldito bastardo de mi ex? — ¿Hillary? — cuestionó el chico, mirándome como si acabara de encontrar oro. — Wow, estás hermosísima. ¿Cómo estás? Tengo tanto tiempo sin verte y… Oh, ¿vienes con él? — Nooo, acabo de encontrármelo en el estacionamiento y decidí que comiéramos juntos — espeté con sarcasmo. — Ah, lo siento — carraspeó, visiblemente incómodo. — Pregunta estúpida, ¿no? — Bastante — intervino Marcus, mirando al chico con dureza. — ¿Puedes atendernos de una vez? Ya quiero largarme de aquí. Miré al pelinegro con reprobación, pero ni siquiera se inmutó, cosa que en serio me hizo enfadar. ¿Por qué demonios era tan bipolar? — ¿En serio sales con alguien así? — espetó Jordan, el chico que nos atendía. — Escucha, Hillary, sé que ha pasado mucho tiempo, pero podemos hablar luego de que termine mi turno y así, recordar viejos tiempos, para que dejes de malgastar tu tiempo con… "Oh, no, yo contigo ni a la esquina, tarado", bufé en mi interior, incrédula de que fuera tan imbécil. ¿Luego de lo que me había hecho? ¿Era en serio? — Tranquilo, amigo — espetó Marcus con voz severa. Su rictus se había endurecido a más no poder. — Tendrás que esperar a que termine con ella. — ¿Terminar? — cuestionamos Jordan y yo al mismo tiempo. Marcus soltó un resoplido. — No es como si la quisiera para algo más esta noche — se encogió de hombros con naturalidad. — Total, es la rubia de turno de la que estamos hablando, ¿no? Abrí mi boca en toda su extensión, al escuchar lo que había dicho. ¿Acaso estaba celoso de Jordan, o es que siempre tenía que ser de esa manera tan cargante y grosera? Dejé la carta del menú en la mesa con brusquedad, provocando un sobresalto en ese par, de quienes no sabía cuál de los dos, era el más idiota. — ¿Sabes una cosa? — me dirigí a Marcus, que me miraba con una ceja alzada. — Cuando creo que no puedes ser más grosero y malhumorado, rompes tu récord, Stewart. Me levanté de golpe, decidida a irme inmediatamente de allí, ya que sus cambios de humor me tenían mareada. Sin embargo, me detuve por unos segundos. — Y luego… te comportas de una manera increíble cuando al menos… haces el intento de ser amable, incluso dulce… y ahí, es cuando decido quedarme un poco más — sacudí la cabeza, incrédula de cómo había arruinado todo en segundos. — Oye… —hablaron Marcus y Jordan al mismo tiempo. — ¡¿Qué?! — cerré los ojos, tratando de recuperar mi cordura. — Lo siento mucho, Hill — esperaba escuchar a Marcus, pero no… era el otro idiota. — Piérdete, Jordan — espeté con brusquedad, mirándolo con ojos encendidos. — No te bastó con ponerme los cuernos con mi ex mejor amiga, ahora vienes a hablarme como si fuéramos amigos de toda la vida. ¿Eres idiota o te la das? — Lo siento — volvió a repetir, con el rostro enrojecido. — ¿Saben qué? Olvídenlo — bufé, sacando mi celular para llamar a un taxi. — Me iré a casa ya y a ustedes dos, espero no volver a verlos nunca más. Me fui de allí con la cabeza en alto, consciente de la mirada de todos los presentes sobre mí. De seguro el show había quedado lindo. Me sentí incómoda por primera vez en mi vida de tantas miradas, sobre todo porque mis ojos se habían cristalizado y sentía una molestia aún mayor en mi pecho, pero no iba a llorar por ese idiota. No iba a llorar por un idiota nunca más.
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