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3077 Words

Marcus No podía entenderlo. Simplemente no podía. ¿Por qué me dejaba llevar por lo que esa rubia decía? ¿Por qué mi deseo de tenerla cerca y besarla había crecido como jodida espuma? Sacudí la cabeza, tratando de espantar esos absurdos pensamientos. Una cosa es que la encontrara atractiva y atrayente y una muy diferente que la sensación de sus labios y su lengua se quedaran adheridas a mi boca como una estampilla. — ¿Estás bien? — la voz de Leilah me hizo dar cuenta que le daba vueltas a un asunto que se suponía, había quedado zanjado días atrás. — ¿Por qué habría de estar mal? — espeté seco, a lo que ella se dedicó a rodar los ojos, mientras se encogía de hombros. — ¿De mal humor, para variar? — parecía estar burlándose y no hice más que gruñir. — Ay, Marcus, estás demasiado am

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