Marcus Joder, tenía demasiadas emociones en mi interior como para pensar con racionalidad. Además, ¿de dónde había sacado tanta fuerza esa rubia? Casi me aplastó la nariz con la puerta. Estaba triste, frustrado y al mismo tiempo, enojado por sus últimas palabras. ¿En serio había dicho nadie? Demonios, eso dolió horriblemente. ¿Yo era “nadie” para ella? No, no era así… Hillary me amaba y lo sabía. Había crueldad en sus palabras y al mismo tiempo, podía entender cada ápice de desprecio y rechazo ante mí, luego de lo que había pasado entre nosotros. Resoplé por una enésima vez y sacudí la cabeza con reprobación. ¿Y ahora qué? Mesé mis cabellos con desesperación y devolví mis pasos hacia la calle, no sabiendo a dónde ir, porque estuve a punto de devolverme y echar abajo esa maldita