Luego de terminar de contar todo mi horror y de muchas más lágrimas, mi madre me miró con compasión, pero mi padre… Se levantó como una tromba, destrozando todo a su alrededor, con el rostro enrojecido y los ojos llenos de lágrimas. — ¡Voy a matar a ese bastardo imbécil! — vociferó en medio de su arrebato, cosa que me hizo llorar más. Rara vez podía verlo tan alterado y molesto, mi padre generalmente era muy dulce y hablaba poco, pero esta vez, había perdido los estribos. — ¡Cálmate, John, no resuelves nada con eso! — lo reprendió mi madre, prestando su hombro para que llorara. — ¡Lo importante ahora es que la niña esté bien! — ¡Pero…! — ¡Pero nada! — lo regañó de nuevo y el soltó un hondo suspiro, volviendo rápidamente a mi lado. — Lo siento tanto, mi princesa — sollozó, acariciand