Nicolás
Ambos sabíamos que ella mintió con la cara de polla más grande. Esta mujer está aquí, con las piernas abiertas, mostrando cómo su lindo coñito está empapado. La huelo y me controlo para no desabrocharme los pantalones, tirar de mi polla y hundirme en su deliciosa carne.
—Todavía no has respondido a mi pregunta —le recuerdo y la miro fijamente, viendo como si su respiración todavía estuviera jadeando.
- ¿Que pregunta? - finge estar desilusionada.
“Ya sea que merezca o no recibir un castigo de mí, señorita lasciva.
'¡Estás completamente loco!' ¿Puedo levantarme? exclama, pero jalo sus brazos y la levanto, sentándola en la mesa y acomodándome entre sus piernas.
- ¿Estoy loco? ¡Sí yo estoy! – confieso y llevo mi mano a su rostro, acariciando y así tratando de ser un buen hombre, no queriendo ser un completo imbécil.
“Suélteme, Su Señoría, y nadie lo sabrá”, dice rápidamente.
- ¡No puedo!
'¿Qué quieres decir con que no puedes?'
"No tienes idea de lo mucho que te quiero..."
- ¿Me quieres? —pregunta como sorprendida.
" Sí, ¿y cuál es la sorpresa de eso?"
"¿Qué pensaría tu novia de eso?"
"Si tuviera novia...
'¿Entonces no tienes a nadie?' ella pregunta, sorprendida.
“Ahora puedo decir que tengo.
- No entendí.
— ¡Es muy sencillo, te tengo a ti! Explico, pasando mi mano por su rostro, sintiendo el calor que emana de él.
“Lo siento, señor, pero creo que se golpeó la cabeza.
"Hasta donde yo sé, está bien, ¿no?"
- Sueltame...
- ¡No puedo! — Lo confieso y continúo: — No tienes idea cuando recibí tu correo...
— ¡Señor, el correo electrónico estaba equivocado, no era para usted! Ella me interrumpe, rojo.
"Oh, así que si no era para mí, ¿para quién era?" pregunto, molesta porque creo que ella podría enviar mensajes eróticos a cualquier hombre que no sea yo.
— Uh... ¡Era para mi amigo! ella confiesa, sonrojada.
- Mmm...
- ¿Qué?
"Nada, es que nunca pensé que fueras bisexual", le confieso, mirándola y viendo su cara de sorpresa. Poco después, se echa a reír, tanto que empieza a llorar.
"¿Crees que me gustan las mujeres?" - Se vuelve a interrogarme, todavía riéndose.
" Eso es lo que insinuó, ahora, como te estás riendo tan fuerte, debo haber estado confundido".
"Oh, seguro que estás confundido", declara. - Ven aquí, quiero decirte algo - pide mi lascivo y me dice al oído, susurrando: - No me gusta el coño... Me encanta una buena polla, muy gruesa y sabrosa. Ella lo suelta, me lame el lóbulo de la oreja y también muerde el lóbulo, haciéndome gemir de placer.
"Ah, entonces eres realmente un libertino..."
“Oh, sí, soy una puta así, a la que le encanta ver porno y usar un consolador en su coño.
Fue solo que no la acosté sobre la mesa, la abrí de nuevo y ataqué su pequeño coño con mi polla. Y doy gracias a Dios por poner a una mujer así en mi vida.
"Sigue adelante…" Pregunto, emocionada y pasando su mano por mis pantalones, ajustando mi pene, con ganas de explotar.
- ¿Esta gustando? ella se burla de mí, así que tomo su mano y la llevo a mi polla, haciéndola sentir como si fuera por ti.
“Él es muy duro…” susurra.
“Demasiado duro, loco para llegar a conocer tu pequeño coño y profundizar en ella. Respondo y siento sus manos yendo directamente a mis pantalones. Dominique desabrocha y saca mi polla. Gimo de nuevo, solo que ahora con alivio.
"Y luego, ya que estamos confesando nuestros secretos más íntimos..."
"¿Qué quieres saber, mi lasciva señorita?" Pregunto con curiosidad.
"Oh, quiero saber cómo es saborearte..."
"No seas tan..." Respondo rápidamente y llevo mi polla a su boca, pero antes de que pueda meterla, mi lasciva habla:
" Um... ¿Cómo debe saber?" - Le pasa la lengua por encima y dice: - Deliciosa paleta...
“Sigue…” le suplico, gimiendo.
— Retrocede un poco… — pide mi lasciva, muy seductoramente, y yo obedezco.
"¡Como quieras, mi lascivo!" Me alejo y la ayudo a bajar de la mesa. Ella se acerca y lleva mi mano a mi polla y la acaricia, y con la otra mano tira de mi cara y susurra:
“¡Soy tu libertino, y tú eres mi juez pervertido! - declara, sonriendo, y sin esperar, me besa muy levemente, suelta mi polla y me deja.
"¿Adónde cree que va, señorita lasciva?" pregunto cuando la veo dirigirse a la puerta.
“¡Voy a volver a mi punto del almuerzo, juez pervertido! dice ella, toda atractiva.
- ¡Vuelva aqui! - Ordeno.
"¡Nadie me da órdenes, Su Señoría!" se burla y me guiña un ojo.
"¡Por supuesto que estoy a cargo, tú eres mío y yo soy tuyo!" — Declaro, noto que está sorprendida y sigo: — ¿Y me vas a dejar así? Señalo mi erección.
— ¡Oh, sí lo haré! dice bromeando, lamiendo su deliciosa boca.
"¡Oh, lascivo, me lo vas a pagar caro!" La amenazo y ella sonríe seductoramente, dejándome con la polla afuera, muriendo por follarme a Dominique.