Mijaíl en 20 minutos, tal cual se estipuló, la encontró en la entrada incluso mucho antes de que estacionara el auto. La veía diferente, tranquila y quizás saliendo de una crisis, mucho peores que las anteriores que había visto en años anteriores. Su cabello le sentaba bien y le recordaba al viejo, cuando era niña y mucho más revoltosa que ahora.
—Señora, ya llegamos. ¿Desea que la acompañe?
—No, está bien, iré sola. Puedes retirarte ahora, tomaré el transporte público.
—¿Está segura?
—Sí, no te preocupes, dile a tu esposa por favor que preparé algunos postres para hoy en la noche, los comeré todo y lo pagaré.
—No tiene que hacer eso, sabe que alimentarla es como si alimentamos a una hija, tranquila.
—Está bien, gracias, Mijaíl.
Sonríe conmovida y baja del auto y observa la puert
