TIPPY TOES

1084 Words
“Castiga, exhausto, el poste tosco y recto, e insiste, infausto, que ha visto a los espectros”. —Stephen King El pequeño, pero famoso restaurante de la zona, La abuela Pávlovna, había explotado repentinamente debido a un acumulado de gas en una zona de las tuberías donde no debía estar pasando tales gases, la tubería al no resistir explotó repentinamente, causando quemaduras graves en dos empleados, afortunadamente no hubo ninguna muerte, pero el negocio quedó totalmente destruido. Eso supo, Duscha, que, divagando dentro de su mente, recordaba, de tanto en tanto, desde hace ya tres días, los ojos asustados de aquel joven, ahora llamado, Táo Lukyan Zinov Agapov Zhōu, de 20 años de edad, recién cumplidos el 13 de mayo, ya hace dos meses. —Vamos a ver qué tanto me cuenta esto sobre ti, mocoso. —sonríe socarrona y sigue leyendo el expediente. —¿Qué? —asombrada, se levanta y deja caer sobre el sillón para acariciar su cabello y mirar al techo, sintiendo culpa. —Síndrome de Asperger... —balbucea nuevamente, sintiéndose estúpida. —No, no importa, él empezó primero…—refunfuña frustrada. —No voy a tenerte lástima, bastardo. —enfurecida, toma un habanero n***o y enciende el mismo, succionando profundamente el humo para calentar sus pulmones. —¡Ziba! —llama a gritos a la secretaria en jefe del edificio, SVL, todos desconocían el origen del nombre, solo la heredera sabe el significado y no se permitía decirle ni siquiera a su mejor amigo. —Señora, dígame. —de manera diligente y rápido, llego frente al escritorio del magnate millonaria. —Necesito que hagas un pedido en línea, estuve buscando ese maldito peluche y no lo encontré por ninguna maldita parte. —toma una bocanada de humo y alza su mano, pensando en lo que dirá. —Por favor. —…—Ziba, sorprendida, abre ligeramente su boca y ojos, e inmediatamente vuelve a su compostura. Nunca, en todos los años que ha trabajado con la señora Ivanovna, le había pedido de manera educada algo, jamás. —Claro, de inmediato, señora… ¿Qué Clase de peluche es? —temerosa, pregunta. —Totoro, es una animación japonesa. —¡Oh, vaya!, sé cuál es a mis hijos les…—se detiene al recibir la mirada irritable de la joven rubia. —Iré a hacer el pedido ahora. Con su permiso. —sale rápidamente del despacho y vuelve a su escritorio sintiéndose alegre por los agradecimientos de la señorita. —Claramente es él. —se carcajean por unos segundos para luego suspirar. —Por ti es que Kobayashi se atrevería a cortarme los dedos y hacérmelos tragar. No lo puedo creer, ¿Quién eres? —se cuestiona en voz baja analizando los datos de su historial. —… Vaya, experto en economía, panadería, historia japonesa, china, rusa, romana. Dios, ¿acaso eres una especie de cajita mágica mecanizada? —pregunta al aire frunciendo el ceño. —Le gustan los melocotones… Son sus favoritos, según esto, interesante… —sonríe inconscientemente. A cualquiera le hubiera espantado verla leer el expediente de alguien que hirió su orgullo, mientras sonríe. —Totoro… ijim, ya lo sabía de ante mano. El teléfono suena repentinamente, a lo cual ella actúa pacientemente mientras sigue leyendo el expediente. —Buenas tardes. —¿Desde cuándo eres tan educada? —Tú… —ríe burlona y bosteza con pereza. —¿Qué quieres ahora anciano? —Asquerosa… —suspira. —Nada, solo que me enteré por un pajarito verde que ayer conociste al chico, ¿qué tal te fue? —pregunta con sorna y burla, despertando rabia en Duscha que tensa su mandíbula, marcándose la misma. —Que te importe una mierda, no pienso decirte nada. Solo lo vi y es todo —Bueno, eso no fue lo que me contaron. —ríe y toma un poco de vino de arroz sentado cerca de la ventana de su mansión a las afueras en los campos tranquilos y pacíficos de Moscú. —Adivino, ¿te dieron justo en el narcisismo? —Vete al carajo. —cuelga abruptamente, no sin antes escuchar las carcajadas del viejo. —Maldito pájaro, voy a matarte. —Toma su chaleco n***o y sale de la oficina ligeramente impaciente. Debía ir nuevamente a la cafetería y hacer las paces con los abuelos del chico, pues aún necesitaba de los servicios del joven. —Ziba, en cuanto llegue el envío, mándalo a mi casa. —Sí, señora, llegará mañana por la mañana. —En ese caso, déjalo en mi oficina en cuanto llegue, gracias. —S-sí, por supuesto. —Con ojos brillantes, la mira de arriba abajo recibiendo la mirada hostil y ceño fruncido de la rubia. —¿Tengo algo en la cara? —No, señora, adelante. —se sienta nuevamente y deja de mirarle aún con una ligera sonrisa en su rostro. —Hasta luego. —Aja, sí… Nos vemos. —sale rápidamente sin entender la situación. —Mijaíl, llévame a la cafetería Valkyria Zhōu Táo, ¿sabes la ubicación? —Sí, señora, suba, la llevaré. —Caballeroso, abre la puerta del auto, dejándola pasar. —Gracias. —El hombre, con los años denotados por sus ganas, abre sus ojos sorprendidos y cierra la puerta, confundido, por lo que acaba de escuchar. —Por supuesto. —dice más para sí mismo. Rasca su cuello y despierta de la divagación repentina. —Cafetería Valkyria, de inmediato. Cualquiera creería, a simple vista, de la poderosa Duscha, la magnate millonaria, no le teme a nada, ni siquiera sus propios demonios, los cuales aún no se han revelado o eso cree ella, ya estaban apareciendo y algo, muy a sus adentros le decía que era el joven pedante llamado Táo Zhōu. Nunca había sentido tanta ira por un ser humano que solo le dijo sus verdades sin que le temblase la lengua, eso le excitaba sin duda alguna, pero se sobreponía su ego destrozado. Aquel chico, además de haber despertado a Lisovik por segundos, despertó deseos oscuros, creando en la mente de Petya escenarios eróticos donde sometía aquel delicado cuerpo a placeres, a todo aquello que sus manos hábiles sabían hacer, a todos los objetos de los que dispone en aquella oscura habitación del castillo de la familia Romanóv. Ningún hombre indefenso que haya entrado a la casa de la temida Lisovik, se piensa que llorará de placer y saldrá desorientado de aquel lugar. Algunos desean volver, otros solo temen siquiera ver sus ojos verdes oscurecidos por la libido.
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