Las venas de su rostro daban la impresión de que reventarían en cualquier momento. Pero claramente al joven, de ojos avellanas, no le importaba ni un poco, de hecho, no le estaba prestando atención a las llamas que salían de sus ojos en ese momento. Ya de por sí su sola presencia le hacía estremecer el corazón, debía ser valiente, aunque fuera un poco para enfrentarla.
—Es una pena… Porque vengo de parte del señor Kobayashi. —dice con ojos oscurecidos. Ya estaba harta del chico, no podía permitir más humillaciones. —Me dijo que hablara con tu abuela, la señora Píng Guǒ Zhōu Chén.
Da un paso más hasta quedar cara a cara con el chico. Sin bien ella sobresale en altura, aquella situación se veía tan íntima, causando la extraña sensación de que nadie debía interrumpir. Táo, levanta la mira
