Esto no me puede estar pasando. Yo no quiero tener estos deseos. No con ella. No con mi hermana, joder. No puedo y no debo, pero esta niña no me lo pone fácil. No ahora que tiene sus tetas pegadas a mi pecho. —¡Por fi, por fi, por fi, hermanito, tengo miedo, y no quiero quedarme sola! Respiro hondo mientras ella se refriega contra mí. Ojalá no fuera yo el que estuviera teniendo una erección sintiendo la fricción y dureza de sus grandes mamas en mi cuerpo. —Pero Lucy, ¡odio dormir en el suelo! —intento buscar una entre mil excusas para no quedarme con ella. —¿Qué? No, tonto, quiero que te duermas conmigo, en mi cama. ¡Joder! —Sólo hoy, hermanito, ¿sí? Y caigo rendido a sus súplicas. Entre las calculadas persuasiones de Sugey y de Luciana… ¡Yo no sé cómo acabaré en esa casa! —Está b