—¡Alto ahí! —grito, asomándome por la ventana. La sombra ha doblado hacia la parte frontal de la cabaña y yo sólo puedo pensar que todo se irá a la mierda en cuestión de segundos. Mamá tiene cubiertos los pechos con las sábanas, pero continúa desnuda del ombligo hacia abajo. Todavía tiene puesta la lencería negra que la hace lucir tremendamente sensual y cachonda. Su tanguita está casi rota, con el triángulo frontal de transparencias desgarrado, dejándose entrever sus pulpas vaginales hinchadas, más rojizas que sonrosadas, y, lo más excitante para mis ojos (si cabe decirlo en este momento tan crucial) con su abertura vulvar rezumando mis espermas, los que le eché cuando me corrí dentro de ella. Por eso Sugey está chorreando los últimos goterones de mi leche procedentes de su útero. ¡Me