Su depilado vulvar es perfecto. Limpio. Apetitoso. Parece un suave durazno presto para ser acariciado. Por eso me acerco a él. Lo olfateo, un aroma extraordinario, dulce y saladito a la vez. Mamá tiembla, gime “Ufffmmm”y sus muslos vibran. Entonces saco mi lengua, y con la punta froto su saladito clítoris, provocándole un espasmo. —¡Haaahhh! Lo vuelvo hacer, pero esta vez procuro darle una chupada a toda su sonrisa vertical, desde el perineo, pasando por su acuosa hendidura, y hasta llegar nuevamente a su botoncito del placer. —¡Por Diooos! —reza mi madre, tomándome del pelo, jalándome fuerte de él, de manera que hunde mi cara en su concha. Mi nariz se hunde en la abertura, y yo aprovecho para abrir la boca por completo y absorber sus gordos labios vaginales, que están babositos y muy