Carlitos se sentó junto a su madre y después de mirar su sonrisa unos segundos acercó la boca lentamente. Los labios de Alba se abrieron y se fundieron en un largo y profundo beso. Un beso dulce, pero apasionado, en el que la lujuria y el incesto comenzaron a fluir como un río de aguas salvajes. Carlitos desabrochó la bata de Alba y dejó al aire las hermosas tetas. Bailaron levemente al desprenderse de la tela mientras el muchacho las miraba con ojos de deseo. Puso las manos sobre ellas y las sobo con suavidad, con lentitud, disfrutando de esa carne de piel suave que tanto le gustaba. Rozó los gruesos pezones con las yemas de los dedos hasta sentir como se endurecían. Aumentaron de volumen y la rugosa piel se tornó tersa. Alba miraba la cara de su hijo y veía como disfrutaba con ese cont