— Yo creí que Beti ya había captado la indirecta – dijo mi madre mientras volvía a masturbarse, podía sentir sus pulmones trabajando rápido – pero me tocó por un segundo y sacó la mano diciéndome: “¿Querés que te preste algo de ropa así podés volver a tu casa?” No tuve más remedio que soltarla y sonreírle. “Dale, gracias Beti, me salvaste” lo cierto es que yo tenía unas ganas tremendas. Fuimos hasta su cuarto y nos paramos cerca de la cama. Ella buscó una pollera – señalo la que tenía puesta – y me dijo que no quedaría bien con mi remera roja, por eso buscó la blusa blanca – esta vez señaló hacia su pecho – estuve a punto de desvestirme pero en ese momento se me acercó y tomó mi remera por debajo, enseguida levanté los brazos sobre la cabeza. Comenzó a quitármela lentamente, estaba muy cer