— Lo primero que hizo Betiana fue sentarse en una silla y mirar lo rasgada que estaba la tela de la calza, — siguió con su relato — la movía para todos lados intentando buscar la forma de arreglarla. Seguramente notó lo húmeda que estaba, ella decía que podía intentar poner algún alfiler de gancho y sus dedos rozaban involuntariamente mis labios vaginales. Yo ya la estaba mirando con otra cara… — se quedó callada unos segundos y me miró – no sé si contarte esto… me da mucha vergüenza. No sé qué vas a pensar de mí. — Sí mamá, contame – yo no paraba de pajearme y de mirarle la concha – lo cierto es que la noche de la fiesta vi lo que hacías en el baño con esa rubia tan linda – abrió los ojos como platos. — ¿De verdad me viste? Ay me muero de la vergüenza. — Pero no mamá, si estuvo re buen