Cuando Nicol volvió a su casa, ya estaba por amanecer. El frío rocío le humedeció el vestido pero al mismo tiempo la refrescó. El taxista que la trajo la miró tanto como el anterior, pero con este no fue tan solidaria. Estaba exhausta y algo ebria, solo quería llegar hasta su cama. Se desnudó al entrar a su cuarto y cayó rendida apenas se acercó al colchón. Se sumió en un profundo sueño del que no despertó hasta pasadas unas nueve horas. Al recobrar la consciencia la invadió el buen humor, no solo por los recuerdos de lo que había ocurrido en la noche, sino también porque la cabeza le dolía menos de lo esperado. Fue hasta el baño, completamente desnuda, y se dio una larga y reconfortante ducha. La necesitaba. Al regresar a su cuarto, mientras secaba su voluptuoso cuerpo con una toal